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Carmen Laffón. El paisaje de una vida

La particular curiosidad de la pintora desde muy joven, junto al propio contexto en el que creció –tanto geográfico como educativo–, fueron la combinación perfecta para hacer de Laffón la gran artista que fue.


Sevilla, Carmen laffón. 1962


La artista Carmen Laffón nació en Sevilla en 1934 y al poco tiempo su familia se trasladó a Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), donde pasó sus primeros años viendo como el pintor sevillano –amigo de su familia– Manuel González trabajaba en su taller, en el cual es muy probable que empezara a entrar en contacto con el ámbito artístico y en concreto con el estilo costumbrista sevillano donde, por supuesto, no faltaría el género del paisaje. La particular curiosidad de la pintora, desde muy joven, junto al propio contexto en el que creció –tanto geográfico como educativo– fueron la combinación perfecta para hacer de Laffón la gran artista que fue.


Resulta imprescindible además, conocer su infancia para entender mejor su arte. Desde su niñez siempre estuvo muy vinculada a la naturaleza, entorno al paisaje de Sanlúcar de Barrameda, de la Jara, el Coto de Doñana y la desembocadura del Guadalquivir, sintiendo desde sus inicios artísticos una gran admiración por el curso de este río, lo cual la llevó profesionalmente a dedicar gran parte de su trabajo al estudio de la luz sobre los diferentes escenarios desde los que la artista lo observaba. Es posible que, de alguna manera, artísticamente hablando, tratase de asemejar el curso de su vida al del propio río.


...En agua el alma se pierde

y el cuerpo baja sin alma;

sin llanto el cuerpo se va,

que lo deja con el agua,

llorando, hablando, cantando,

con las almas,

con las lágrimas del laberinto de pena,

entre las adelfas blancas...

Juan Ramón Jiménez


En su discurso para su recepción pública en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en el año dos mil, pronunció la siguiente frase:

«Hay sin embargo otros factores naturales que solo pueden ser evaluados a través de la sensibilidad».

Su forma de entender el arte y su manera de expresarlo hacen de esta afirmación una evidencia. Solamente alguien que ha crecido entre la naturaleza y ha construido su vida en torno al cauce de un río –casi de manera literal, como si de una metáfora de vida se tratase–, puede conseguir reflejar con tan poco la intimidad y la‘‘grandiosidad de la naturaleza sencilla”.


Como dice el verso de la “Canción de las simples cosas”:

«Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida»

y qué hay sino más puro que haber conocido medio mundo y seguir eligiendo el lugar que para nosotros significa hogar. Y es que, la admiración por el paisaje que tanto influyó en su vida fue un punto clave para que, aún formando parte del grupo de artistas de enorme reconocimiento, aún participando en grandes exposiciones, trabajando para la Casa Real y recibiendo varios premios de gran relevancia –tanto nacional como internacionalmente–, siempre supo mantener sus pies en la tierra o mejor dicho, a orillas de un río, el del Guadalquivir, el que guardaba desde siempre los más especiales recuerdos de su infancia.


Orilla del Coto desde Bonanza(o El Guadalquivir), 2013. Centro Andaluz de Arte Contemporáneo


La aparición del arte abstracto en el siglo XX supuso la ruptura con lo que hasta entonces había sido la única forma de representar. Conllevó, por lo tanto, a un distanciamiento de la figuración. Cuando Carmen Laffón comenzó a pintar,el panorama artístico se encontraba en un momento en el que predominaba la experimentación con el nuevo estilo abstracto, e incluso compartió amistad con muchos y muy buenos artistas vinculados a esta corriente –como Zóbel o Soledad Sevilla, entre otros–. Este hecho nos lleva a conocer un poco más su personalidad, como podemos imaginar, su forma de expresarse en el arte a menudo era un reflejo de sí misma. No hay mentira en su creación. Lo importante de que se mantuviese trabajando en ese contexto dentro de la figuración no es el hecho de que se diferenciara del resto, con la pretensión de no seguir las modas del momento,sino más bien algo que tenía que ver con la necesidad y el deseo de ser fiel a uno mismo y a lo que uno le hace sentir–y en su caso es evidente que siempre lo fue la naturaleza y lo cotidiano–.


Aún con todo esto, su natural curiosidad la llevó a la experimentación y a la búsqueda de nuevos estilos. Muchos la conocemos por sus pinturas paisajísticas, pero tiene también una significativa labor en otros estilos y temáticas –por ejemplo,la propia pintura abstracta–, e incluso otras tipologías artísticas como la escultura, por la que sentía una enorme pasión.


“No he sido nunca ambiciosa, he pintado lo que sentía”

Carmen Laffón


Artísticamente, esta frase que mencionó en una entrevista para el periódico El Español resume muy bien y en muy pocas palabras la manera en la que ella entendía su trabajo. Una persona de carácter sensible y temperamento apacible, pero con una personalidad y carisma ciertamente apabullante. Haciendo siempre lo que sentía, manteniéndose de esta manera fiel a sí misma.


La galerista y principal miembro de la Fundación Helga de Alvear –ahora Museo Helga de Alvear– dijo en una ocasión: “Yo me enamoro de todas. Nunca compro un artista, sino una obra”. Y no cabe duda de que sea así, pero estoy segura de que algo de la pureza y sensibilidad, a la vez que una tremenda determinación de la personalidad de la artista le hizo apreciarla, qué sino explicaría las numerosas visitas a su taller en Sanlúcar de Barrameda, de las cuales nunca podía volver sin alguna nueva adquisición o su ya consolidada amistad.


La Jara, 1991, Museo Helga de Alvear


Se dice que el día de su muerte,el poeta sevillano Antonio Machadollevaba en uno de los bolsillos de suabrigo una nota en la que decía:

«aquellos días azules/ y aquel sol de infancia»

que inevitablemente–y personalmente–nos trae a la memoria "los cielos" de la para siempre inolvidable artista, Carmen Laffón.

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