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Rosa Durán Rodríguez

Au revoir, Gaspard

Mucho puede cambiar de un día para otro, lo que se da por seguro y estable, puede mañana cambiar. Nunca pensé estar escribiendo esto, o al menos no en este momento, tan pronto, de una manera tan brusca y precipitada.


El actor y modelo francés, Gaspard Ulliel


El pasado 18 de enero, llegaba la noticia del accidente de esquí que había sufrido el actor francés Gaspard Ulliel, y tan solo un día después, el mundo entero recibía desamparado la noticia de su partida antes de tiempo.


Gaspard Ulliel llevaba encarnando todo tipo de personajes desde su descubrimiento en 2002 en el largometraje de Michel Blanc Besen a quien quieran. Desde ese momento nacía un nuevo actor que ha sido para muchos, como Jack Lang, “la reencarnación de un nuevo cine francés”. Siempre reservado, carismático al mismo tiempo que un poco enigmático, Ulliel transmitía a sus personajes una personalidad única, un encanto y misticismo que pocos otros han sabido otorgar a sus personajes.


Una magia, una presencia, una actuación que fue reconocida numerosas veces con premios y nominaciones. Por ello, quisiera rememorar, a modo de homenaje personal, una de sus interpretaciones que, creo, es el culmen de toda su carrera como actor y por la que recibió un premio César en 2017 por su papel como Louis en Juste la fin du monde de Xavier Dolan.


Cartel de la película Juste la fin du monde


Muchas son las historias de familias disfuncionales, donde la falta de comunicación, junto a personajes que se mueven en relaciones inestables y que no se abren al mundo crean el caos y el desorden. Juste la fin du monde puede perfectamente leerse bajo esa óptica. Louis regresa, tras doce años de ausencia regresa a su hogar para encontrarse con un hermano rencoroso, una cuñada temerosa a la que nunca ha conocido, una hermana prácticamente desconocida y una madre que finge que todo va bien. Sin embargo, Dolan, por su manera de presentarnos los personajes, va más allá.


Juste la fin du monde es, ante todo, una película dedicada al arte de escuchar, a la capacidad de poder entender al otro sin necesidad de un diálogo que lo explicite todo, pues muchas veces, como dice el refrán, una mirada vale más que mil palabras. De esto se beneficia precisamente Dolan, de las miradas cargadas de poder de cada uno de los actores de este elenco de ensueño que tiene por protagonista a Ulliel.


Así, Juste la fin du monde se compone casi en su totalidad de planos cerrados, limitados a los rostros de los actores, sin apenas espacio para mostrar el mundo que los rodea. Un encuadre asfixiante y claustrofóbico que además de crear tensión y aislamiento añade peso al motivo por el que Louis ha vuelto: anunciar su propia muerte.


Estos primeros planos desconectan a los personajes los unos de los otros, al mismo tiempo que refuerzan las barreras ya existentes por la mala comunicación de la familia, o mejor dicho, la falta de comunicación, los malentendidos, la desinformación y todo aquello que jamás se han dicho. Porque si el diálogo es constante, es un diálogo vacío, falto de significado, y es que, muchas veces, hablar no significa comunicar. A veces una mirada o un gesto transmiten mucho más que una mera conversación.


El personaje de Louis se desenvuelve en sus momentos de silencio, se libera de su carga y la comparte con aquellos que le sostienen la mirada. Es así especialmente con su madre, con quien, a pesar de no haber visto en doce años, consigue sentirse inmensamente libre.

Cuando están a solas Louis se desentiende de su remordimiento, de su culpa, de su ausencia todos estos años. Una escena en la que Louis apenas habla, pero nos transmite todo sin mediar palabra. Una escena en la que, como el pájaro encerrado en el reloj de cuco, quiere escapar a través de la ventana abierta al final de la sala, para echar a volar y disfrutar de una vida que, sin embargo, se le escapa de las manos.


Fotograma de Juste la fin du monde


Y es que, tristemente tanto Louis como Ulliel nos abandonan. Uno de manera ficticia y anunciada. El otro de manera real e inesperada, dejando al cine francés sin una de sus grandes estrellas.


Al igual que el personaje de Louis, con sus obras de teatro, Ulliel nos deja su legado en el mundo del cine y por eso hoy, como una admiradora más de su trabajo, le doy las gracias por todo lo que nos ha hecho sentir y vivir.

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