top of page
Buscar
Habla de Arte

¿Ya ha pasado un año?

Aunque estamos metidos de lleno en nuestro día de la marmota particular, existen hitos en nuestra cotidianidad que sirven para marcar el paso del tiempo. Como un metrónomo vital. Por ejemplo, los (escasos) festivos que pueblan el calendario, períodos vacacionales, algún que otro cumpleaños, las fiestas del pueblo. También: el discurso del rey en navidad, la final de la champions, el aniversario de una desgracia. Y, para aquellos que llevamos el amor por la lectura en las venas, entre esta plétora de hitos anuales, se encuentran los premios literarios y entre estos, sobre todo, el nobel.


El escritor Camilo José Cela fue uno de los 7 galardonados españoles con el premio Nobel.


Es llegar el otoño, con su explosión de colores sin necesidad de filtro, la caída de hojas, las setas y los primeros temporales, y comienzan a brotar aquí y allá los artículos-lotería sobre quién ganará el nobel ese año. En el post-partido, dichos artículos mutarán para hablar de sorpresa, introducir al autor ganador y dar treinta segundos de noticia en el telediario.

Es llegar el otoño, y con este el nobel de literatura, y se me viene a la cabeza la pregunta que da título al artículo: ¿Ya ha pasado un año?


En este año del señor 2024, el galardón ha recaído sobre los hombros de la surcoreana Han Kang, autora de, entre otros, La vegetariana. Y, al contrario que la mayoría de los años, este caso me pilla con los deberes no hechos pero al menos sí comenzados, ya que hace un par de cursos cayó en mis manos la mencionada novela, en su edición de Rata Books (mucho más original que la sosaina de Random House). Porque lo más habitual es lo contrario, es decir, que el ganador o ganadora del nobel de literatura nos pille desprevenidos, mirando a ambos lados y sin saber muy bien quién es ese que ha ganado (tema aparte el sempiterno listillo que ya lo conocía de hace años). Pero que no nos ataque la vergüenza lectoral. La purita realidad es que casi nunca gana quien parece que podría o debería ganar; que las casas de apuestas parecen más bien adivinos de televisión local; y que no sé si queremos saber los oscuros motivos que mueven a la Academia Sueca en una u otra dirección.


Debo aclarar que durante gran parte de mi vida lectora, el nobel de literatura me interesó más bien poco. De adolescente, todo eso me olía a viejo, a cerrado, a esas lecturas obligatorias y rancias de aula de colegio, a la Fundación de Buero Vallejo, a La familia de Pascual Duarte de Cela, etc. Autores y autoras, pero sobre todo señores, que parecían dinosaurios y resultaban poco apetecibles. En aquellos tiempos pretéritos, a mí me interesaban más los premios Hugo, los Nebula, los Locus, además de cómo conseguir esos libros en un pueblito de provincias en los albores del interné (lo cual daría para otro artículo, la verdad).


El galardón, en fin, no invitaba a la lectura.


Con el paso de los años, en un proceso de maduración lectora que espero no devenga en putrefacción, mi horizonte literario se vio ampliado y el nobel de literatura pasó de su posición marginal a un lugar de mayor interés. El premio había menospreciado a autores que admiraba, sí, pero también había premiado a otros que admiraba igualmente. Algo de valor debía tener. No es que eso me llevara a iniciar una tour de forcé por los premiados del nobel, en orden de “actualizarme”. No olvidemos que muchos premios nobel de literatura (y de la paz, ya de paso) fueron concedidos a la persona y no a su obra, o fueron otorgados por motivos puramente políticos y lejanos a la literatura. Como en tantas otras cosas, el nobel de literatura va de muchas cosas y, a veces, también de literatura.


Ejemplo de que no enloquecí es que, en general, como decía, el nobel de literatura me pilla desprevenido. De los premiados durante el siglo XXI, solamente no me pillaron a cero mi adorada Olga Tokarczuk y Han Kang, aunque albergo mis dudas sobre Svetlana Alexievich (dada mi apetencia del tema “Chernóbil”). A todos los demás, les leí tarde (si es que lo hice). Hacerlo por anticipado es mérito de lectores casi profesionales, ya que la Academia vive empeñada en no premiar lo obvio, aun cuando lo obvio es equivalente a excelencia literaria.


No hablo aquí del Innombrable (vivo) más famoso sin premio, sino de una enorme cantidad de autores y autoras que, por lo que sea, no acaban de satisfacer el finísimo paladar literario de los miembros del jurado. Ojo, que no estoy criticando el galardón de Han Kang, solo apuntando por qué ella y no Cartarescu, o Atwood, o Can Xue, o César Aira… la Academia tiene fama merecida de institución politizada y clasista, con tendencia al conservadurismo. Durante años, ha sido reconocible y reconocido su machismo y occidente-centrismo, dirección de la que supongo se ha visto forzada a moverse en las últimas décadas.


Apretada por los tiempos, vive ahora entretenida (polémicas aparte) en huir de lo obvio y ridiculizar a las casas de apuestas. No por nada, ninguna ha acertado en los últimos años, donde se ha premiado a autores casi desconocidos para el gran público, como el tanzano Gurnah o la misma Han Kang.


Su criterio sigue siendo tan misterioso como el premio nobel de literatura del año 2025.

Podéis ir elucubrando nombres, recordad que no debéis caer en lo obvio e inmediato, eso os acercará a la solución. Si, además, queréis llevar al ganador medio leído, podéis ir apurando.

Que un año pasa muy rápido.

Kommentare


bottom of page