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Pippi Calzaslargas: dejar de ser niña para convertirse en niña

Daniel Jesús Osuna Hernández

Al personaje de Pippi se le puede otorgar una lectura mucho más profunda que la de un personaje entrañable y simpático, ya que reúne unas características que lo hacen poder ser considerado un icono del empoderamiento femenino, algo que resulta realmente importante tratándose de un personaje de un libro cuyo objetivo es un público infantil.



Como cualquier madre moderna que se precie, Astrid Lindgren quería hacer de su hija una mujer fuerte e independiente. Es necesario incidir más profundamente en este hecho teniendo en cuenta que la autora nació en el año 1907, época en la cual el papel de la mujer en la sociedad resultaba ser, como bien se sabe, nimio. Creció la autora en una época en la cual el mundo estaba experimentando cambios atroces y radicales, provocados en gran parte debido a los conflictos armados internacionales e incluso globales que azotaban a su presente, y entre ese clima de decadencia e incertidumbre, poco a poco la mujer comenzó, debido a las atroces circunstancias, a incorporarse poco a poco a la vida laboral, y por ende, a tener una voz más representativa.


En el ámbito más personal, cuenta la autora que nos ocupa que Pippi Långstrump, o Pippi Calzaslargas (tal y como se la conoce en el ámbito hispánico), nació fruto de tener que poner a trabajar su imaginación para satisfacer las exigencias de su hija, quien cada noche le pedía un cuento antes de irse a dormir. Sigue contando la autora en su artículo Why do we write children’s books? (traducido por Elizabeth Sofia Powell en 2017), que su hija se sintió fascinada por las historias de este personaje tan singular, pidiéndole cada noche que le continuase contando sus aventuras y desventuras. Lindgren, orgullosa creadora, tomó la acertada decisión de comenzar a escribir las peripecias de esta simpática niña de nueve años, siempre acompañada de sus amigos Tommy y Annika, además de su caballo “Pequeño Tío” y su monito tití Señor Nilsson.



Poniendo toda nuestra atención sobre el personaje protagonista de la ópera magna de la ya mencionada autora, nos encontramos con una niña pelirroja de nueve años que posee un carácter desenfadado y despreocupado. Lo que más llama la atención de ella en primer lugar es que posee una fuerza sobrehumana, “superior a la fuerza de mil hombres” tal y como se narra en el libro. A priori es algo que puede no ser demasiado relevante al tratarse de literatura infantil, pero si tenemos en cuenta de que se trata de un personaje femenino, esto adquiere una mayor dimensión, ya que en este tipo de literatura no se encuentran precedentes. Y es que en la literatura infantil el papel del personaje femenino de manera general ha estado atado a un rol que le exigía comportarse de una manera decorosa y cuyo principal objetivo consiste en encontrar el amor a través de una figura masculina. Así pues, en el caso de Pippi, esa fuerza sobrehumana se constituye como un elemento ficcional que lo que hace es empoderar al personaje, otorgándole la autonomía suficiente como para no necesitar la protección de un personaje más poderoso (generalmente un varón).


Incidiendo en una de las ideas del anterior párrafo, es necesario destacar que Pippi en ningún momento muestra elementos amorosos y/o románticos, reforzando esa independencia que cuenta con pocos precedentes en la literatura. Teniendo en cuenta que tan solo tiene nueve años, en todo momento actúa en base a su propia diversión y sin prestar atención en absoluto a esos temas amorosos que siempre se han etiquetado a la “psicología” femenina, limitando al personaje femenino, como se ha apuntado anteriormente, a obtener el éxito en base a ver cumplidas esas metas amorosas, o lo que es lo mismo, necesitando de un hombre para lograr ese éxito. En este sentido podemos encontrar influencias por ejemplo en los cuentos folclóricos recogidos por los hermanos Grimm, en los cuales aparecen personajes femeninos (niñas) a las que se les exime de esta necesidad amorosa, como es el caso de Caperucita Roja o Gretel.


Otro de los aspectos más importantes a la hora de evidenciar el empoderamiento de Pippi es su horfandad. Se conoce que su madre murió cuando ella tan solo era un bebé, y a su padre se le presenta como un capitán de barco que se asentó en un lugar lejano para ser rey, y que volverá a verla en cuanto pueda. No es difícil imaginar que lo más probable es que su padre perdiese la vida en un naufragio, pero este hecho no hace que Pippi se muestre como una niña desvalida debido a esa orfandad, sino todo lo contrario. Y es que si algo es Pippi es una persona independiente, pues ella se muestra feliz viviendo sola con sus mascotas y no encuentra ningún tipo de obstáculo a la hora de desempeñarse en las actividades más cotidianas como la comida o la limpieza, a pesar de que las realice de maneras poco ortodoxas, como cocinar en el suelo o patinar mientras friega el suelo. Es por eso que resulta reseñable el hecho de que a pesar de vivir sola y depender de sí misma completamente, como niña de nueve años que es, sigue conservando su inocencia y su infantilismo, rasgos que hacen de ella un personaje tan empoderado como entrañable.


El cuarto rasgo que destacaremos de la personalidad de Pippi es su furia, una furia que solo saca en ocasiones muy especiales y como último recurso, como en el capítulo en el cual un hombre estaba maltratando a su caballo. Pero a pesar de que este elemento sea utilizado en ocasiones muy excepcionales, resulta necesario analizarlo ya que, al igual que la superfuerza, rompe con la construcción establecida de feminidad. Como se ha explicado anteriormente, el personaje femenino a lo largo de la historia de la literatura se ha visto maniatado por un código protocolario en el que para nada se contemplaba una personalidad reivindicativa o fuerte, sino sumisa y frágil.



Por todo lo comentado, al personaje de Pippi se le puede otorgar una lectura mucho más profunda que la de un personaje entrañable y simpático, ya que reúne unas características que lo hacen poder ser considerado un icono del empoderamiento femenino, algo que resulta realmente importante tratándose de un personaje de un libro cuyo objetivo es un público infantil, un personaje que se puede constituir como modelo de muchas niñas alrededor del mundo. Y no tan solo para un público infantil, porque tal y como apunta la autora en el ya mencionado artículo Why do we write children books?, la pregunta no sería “por qué escribimos libros para niños”, sino “para quién escribimos los libros para niños”, pudiendo ser Pippi un personaje del que también personas adultas pueden tomar ejemplo y/o dejar que sus concepciones previas acerca de lo que es o debería ser la feminidad se derrumben.


Astrid Lindgren contaba como anécdota que en una ocasión una investigadora en asuntos de género le realizó una entrevista en la que fue preguntada si al concebir el personaje de Pippi tenía pretensión feministas y anti-patriarcal, a lo que contestó que no, que sencillamente quería contarle una historia a su hija. Muy sorprendida ante esta respuesta, la investigadora le pidió si por favor podía reformular su respuesta a riesgo de que su investigación se viera tirada por tierra.


Aun a riesgo de que este artículo también pueda ser tirado por tierra, bajo el punto de vista de su autor resulta muy difícil concebir a Pippi como un personaje fuera del feminismo, no ya tan solo por el personaje per se, sino por su legado e influencia. Han sido muchísimas las niñas y los niños que han crecido observando las aventuras de la chica pelirroja de las trenzas, sirviendo como ejemplo a muchas niñas, (hoy mujeres), y por supuesto a posteriores personajes femeninos poderosos e incluso superheroínas. Son mujeres, reales o sobre el papel y la pantalla, que rompen con una idea de feminidad rancia y obsoleta, la cual aprieta fuerte a través del corsé de la represión como forma de vida.

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