Aproximadamente ochenta y cuatro años hace desde que Federico García Lorca se atrevió a escribir abiertamente sobre su amor hacia los hombres en el soneto El amor duerme en el pecho del poeta.
Y digo ``se atrevió´´ porque es todo un acto de valentia que tuviese el coraje de hacerlo sin tapujos, en una época en la que se condenaba a todo aquel que quisiese a otra persona de su mismo sexo, y porque no me cabe duda, que hacerlo en ese momento, supondría cierta inseguridad tanto para él como para sus más cercanos. Pero aún así lo hizo. A pesar de la ``agonía´´ que le produce saber que no debe hacerlo y a pesar de ser consciente de que una parte del mundo le rechaza. A pesar de saber lo que su amor provoca en aquellos más ignorantes y de lo que estos son capaces de hacer al respecto.
De ello deja constancia en el primer terceto del soneto de la siguiente manera:
``Grupo de gente salta en los jardines, esperando tu cuerpo y mi agonía en caballos de luz y verdes crines´´
Siempre he pensado que por todo ello era una persona con mucho coraje y carácter, difícil de callar ante las injusticias y a lo que a sentimientos se refiere.
No es justo que una persona tenga que ser valiente para decir lo que siente y a quien ama, porque eso significa que no existe libertad ni seguridad al hacerlo, y que quien no lo hace es porque tiene miedo. Un miedo impuesto en el mundo por la sociedad a aquel que solamente quiere amar y ser amado.
Una sociedad que se tiñe de odio y se ennegrece con él, sin saber muy bien el por qué.
Un odio que se produce hacia el acto de amor entre dos personas, por el simple hecho de no ser de la misma manera que la suya, como si sólo existiese una forma ``correcta´´ de amarse en un mundo donde habitan millones personas.
Esto empieza con un soneto escrito por García Lorca en sus últimos años de vida, pero termina en este, mi presente, 2021, en el que aún después de ochenta y cinco años parece que no hemos aprendido la lección. Aún el amor sigue siendo motivo de odio; y el odio y el miedo el motivo de silencio de cientos de personas.
Aún sigue siendo el motivo por el que se acaba con la vida de otra persona. Pero lo único que se consigue demostrar al mundo de esta manera, es que en el amor no tiene cabida ni el odio, ni la opresión, ni el miedo, ni los insultos. Que el único medio de combatir este odio es demostrar aún más el amor en todas sus formas. Que nadie merece esconder quién es y lo que siente. Que nadie tiene que decidir por otro a quien debe amar. Que no es conveniente que nos privemos de lo más bonito que tenemos en la vida, que es amar en libertad.
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