La moda del ex libris ilustrado a principios del siglo XX o cómo construir una identidad a través de la imagen
- Pilar Navas Almohalla
- hace 6 días
- 5 Min. de lectura
La biblioteca es el repositorio de nuestras lecturas, pero también es una colección que construye una historia y todos conocemos el daño que causa la pérdida de una de sus partes.

Introducción
Me atrevería decir que toda gran afición por la lectura viene acompañada de una suerte de fetichismo libresco. Nos gusta leer y nos gusta ese universo no material creado por la lectura, pero también amamos el carácter material, háptico, que lo contine. Una devoción que se vuelve más penetrante en el mundo de la sociedad digital. La biblioteca es el repositorio de nuestras lecturas, pero también es una colección que construye una historia y todos conocemos el daño que causa la pérdida de una de sus partes. Le prestamos un libro a un amigo, a un familiar o, en el peor de los casos, lo dejamos olvidado en la última cafetería y se genera un hueco en la biblioteca. Para evitar esta situación, son muchos los que acuden a escribir su nombre en el interior del libro. Los lectores más metódicos incluyen a veces también una dirección, un número de teléfono o, si se sienten un poco archiveros, la fecha en la que el libro fue adquirido. Pero existe un artefacto más sofisticado que indica la propiedad de un libro y que se convirtió a principios del siglo XX en un objeto de colección y devoción en sí mismo: el ex libris.
Con el término “ex libris” hacemos referencia, en pocas palabras, a una marca personal que, estampado en el interior de un libro, sirve para identificar al propietario de este. Aunque la necesidad de crear una marca de posesión es bastante primaria, el ex libris tal y cómo lo conocemos hoy nace al mismo tiempo que el libro impreso. El más antiguo localizado parece ser el ex libris del bávaro Hans Igler que se conserva en el Museo Británico y está datado a finales del siglo XV. Este ejemplar, a pesar de ser tan temprano, muestra algunas de las características que nos interesan del ex libris: la representación visual y figurativa de un motivo abstracto que se relaciona con su poseedor. En este caso, el juego se fundamento en el parecido entre el apellido “Igler” y “Igel” ‘erizo’, animal que protagoniza el grabado. Hans Igler, el poseedor, aparece entonces materializado como un erizo.

En la segunda mitad del siglo XIX aparece en Europa la moda de coleccionar estas piezas únicas (únicas como ilustraciones artísticas, pero también por proporcionar unicidad al libro en el que se insertan). Se convierten en objeto de colección los ex libris antiguos, pero también se empieza a desarrollar una multitud de ex libris modernos que pertenecen a los propios coleccionistas. En los primeros años del siglo XX esta moda llega a España y en el año 1903 se funda la Revista ibérica de exlibris, que reunirá algunos de los ilustradores más destacados del modernismo catalán. Un grupo de ellos será especialmente reconocido por la creación de ex libris “únicos”, como Alexandre de Riquer o Josep Traidó.
Ex libris de Alexandre de Riquer. Museu Nacional d’Art de Catalunya. Número de catálogo 160335-G
Ex libris de Vicenç Triadó por Josep Triadó. Museo Nacinoal d’Arte de Catalunya. Número de catálogo: 163819-G
Ex libris de Pere Català por Josep Triadó. Museo Nacional d’Arte de Catalunya. Número de catálogo: 163927-G
Lo más interesante del ex libris moderno y que lo diferencia de su antecesor es su medio de circulación. Mientras que el ex libris antiguo estaba ligado necesariamente al libro que marcaba, el ex libris moderno se extraer del soporte libresco y se comienza a difundir de manera exenta. La Revista ibérica de exlibris aseguraba incluso que no es necesario tener una biblioteca para tener un ex libris. Y si el deseo era coleccionarlos, la Revista funcionaba como medio de encuentro entre los coleccionistas para poder intercambiar sus ejemplares. Efectivamente, los ex libris a principios de siglo no se compran ni se venden, sino que se intercambian, y la Revista proporcionaba las direcciones para motivar el intercambio.

Cómo coleccionar ex libris a principios del siglo XX. El concepto del “ex libris único”
La Revista ibérica de exlibris es muy clara sobre el método adecuado para formar una colección de estas características. Todo empieza por tener un ex libris propio. Estos objetos deben representar de manera visual la totalidad de su poseedor, de tal manera que se genere una obra de arte “única”. El ex libris único lo es por ser diferente al resto de ex libris, pero también por ser el único ex libris que representa a ese poseedor. Por lo tanto, el primer paso para tener un ex libris es la introspección: es necesario saber cuáles son nuestros elementos más destacables, qué nos identifica y, en definitiva, quiénes somos. Esta es una pregunta crucial. El resultado de la indagación debe presentarse ante un artista cualificado que se encargará que transformar estos elementos en un diseño. A modo de ejemplo ilustrativo, el ex libris de Pin y Soler, obra de Alexandre de Riquer, presenta como figura central un pino en alusión al primer apellido de su poseedor, como había hecho el ex libris de Hans Igler. A su lado, el ex libris del Dr. Codina, realizado por Josep Triadó, representa una alegoría de la medicina que avanza para enfrentarse a la muerte, que se encuentra abatida en el fondo de la composición.
Ex libris de J. Pin y Soler por Alexandre de Riquer. Revista ibérica de exlibris. 1904, nº2, p. 47.
Ex libris del Dr. Codina por Josep Triadó. Revista ibérica de exlibris. 1904, nº4, p. 86.
Ahora bien, con nuestro ex libris en las manos podemos comenzar el intercambio enviando nuestro ejemplar a otros coleccionistas. Si lo pensamos bien, en el intercambio lo que se envía es una presentación de uno mismo, haciendo que cada colección se convierta en algo parecido a un muestrario de un círculo social.
Construir una identidad
De esta manera un objeto artístico se puede convertir en un medio para crear, construir y deconstruir a los sujetos y algunos intelectuales lo usaron precisamente para destacar los elementos disruptivos de la identidad propia. Este es el caso del ex libris de Víctor Catalá, pseudónimo bajo el que se encuentra la escritora Caterina Albert, conocida especialmente por su narrativa violenta y expresiva. El grabado nos muestra esta energía literaria mediante una figura (¿la propia Caterina Albert?) que sangra tinta mientras muerde la pluma con la que escribe. Se trata de una obra de enorme fuerza, incluso expresionista. Pero, además de todo esto, es un ex libris que desconfigura por completo lo que debería ser la representación visual de un sujeto femenino en las primeras décadas del siglo XX. Caterina Albert, que había recibido de múltiples ocasiones el calificativo de “viril”, se apropia aquí de ese carácter masculinizado, convirtiendo este ejemplar en un ex libris subversivo.
Ex libris de Victor Catalá por Josep Triadó. Biblioteca de Catalunya.
Retrato de Caterina Albert
En definitiva, si los ex libris habían comenzado simplemente como una marca de propiedad muy vinculada a otras tipologías conceptuales como la emblemática, a finales del siglo XIX y principios del XX se convierten en un mecanismo para autodefinirse y presentarse socialmente. A través de estos objetos podemos comprobar no solamente el ingenio de sus artistas, sino también las tensiones e inquietudes sociales de sus poseedores y del periodo. En algunas ocasiones, como en el caso de Caterina Albert, podríamos incluso plantear la idea del ex libris como un medio de marketing publicitario.
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