Al sobradamente letraherido Ángel Borreguero le gusta la vida de noche, y los mundos de la crápula y del vicio, en los que se puede ser participe o espectador, pero donde siempre se aprende. La cocina literaria de las noche turbias o luminiscentes otorga muchas sorpresas cultiparlas, como este muy peculiar libro de Ángel, que no quiere ser provocador: Putitos.
Fragmento del prólogo de «Putitos» (Ángel Borreguero, 2023), por Luis Antonio de Villena.
El autor, Ángel Borreguero (izq.), con Luis Antonio de Villena, prologuista del libro.
Ofrecemos desde Habla de Arte un adelanto de cinco fragmentos del libro «Putitos», recientemente publicado, el pasado 2023, por la editorial El sastre de Apollinaire, y que corresponde a la inventiva del genial Ángel Borreguero.
Putitos (El sastre de Apollinaire, 2023)
I
Pelón como una vejiga, un poco verdosa la cara, y guapo desde luego en esta mañana radiosa y mojante del abril extremeño, la nariz de hortaliza y la piel quemada por el sol. Es el putito de la conciencia hídrica (acábate el agua, que es un bien de todos) y las pecas del color del sirope de fresa. Escribe relatos ingenuos y realistas sobre discotecas y autopistas.
2
Un jardín descuidado con bosque y huerto que es como una selva negra en miniatura. Las casas de ladrillo, los rincones verdioscuros, el cielo amplio y lluvioso sobre Clapham Road.
Espinaca Baby desayuna espinacas con yogur (con la cabeza reducida, demasiado tridimensional, cambiante y rosa. Los dientes irregulares y tan pequeños, la barriga pelona).
3
En la torre amarilla, las cosas delirantes: un puñado de libros, un Hesse, el olor a gominola, el falo largo y picudo, una presencia indudablemente benefactora. La cosa lluviosa, las piedras, alguna chica guapita, con el pelo entrecano o entre lo que sea, una bebida checa, dulce y algo nauseabunda, como un olor corporal.
Es el putito de carrillos blandos, el bocito sobre el labio grueso, el olor a goma, a col hervida, a golosinas. La camiseta sudada (manchada en la sisa), los lamparones encantadores.
Unos bollos de leche, comidos en la semioscuridad de una casa involuntariamente arcaizante, los sillones de tela, los colores fríos, el olor a ajo. La barriga gorda, cuatro erupciones mínimas cerca del ombligo, el pelo claro.
4
Los paisajes de mostaza y fresas, el monóculo en la cara impersonal, pero indudablemente fresca y simpática. La amada como una gran ave, entrevista justo antes de despertar.
Las manchas amarillentas, encendidas, brillantes, y por dentro, en la cabeza: algodón, un gusano blanco y gordo, un poco lúbrico, como el de Stocker, y un palito impregnado de sustancias hediondas.
El torso seccionado, la herida encogida como una boca a medio abrir, la cabeza clara, ajamonada, rosa como fiambre de pavo, y manchas color limón.
5
Dos cristos nubios, una santa Teresa machorra y cuadradota, los ojos en blanco de un San Sebastián adiposo, granujiento. Tampoco aquí se encuentra uno con la Gracia.
El vómito rosa (han cenado cangrejo), los hermosos calcetines largos.
Comments