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Tanta insolente belleza

Crítica literaria sobre Lujurias y apocalipsis, del autor Luis Antonio de Villena. Asoma una vejez que “nada tiene de admirable” y un mundo alicorto del que acaba triunfando “tanta insolente belleza”.


El pescador y la sirena, Frederick Leighton, 1861


Hay en Lujurias y apocalipsis, última entrega poética de Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951), amplia galería de viejos y baldados: la anciana dadaísta Hennings, olvidada de todo y en paisaje en ruinas, que solo quiere deshacerse “en Dios”; el cubano exilado Eliseo Diego, Casanova en las últimas o un final infante don Juan Manuel, aventurero y exquisito. Hay desdén de la vida y desdicha que no remite. El poeta italiano Sandro Penna, en la desolación del presente y la añoranza de un verano eterno de ríos y muchachos. Lord Byron, Páladas de Alejandría y el propio Villena que comparten angustias ante la llegada de los bárbaros. Púrpuras y cuerpos en un libro lleno de “plateados mozos” que “labran y preñan” y de dulces veranos de Tánger o La Habana donde hierven los “amores impuros” (es cita de San Agustín y sirve de segundo epígrafe al libro; el primero es del Satiricón). Pero también hay en este último poemario de Villena belenes de la infancia, corcho y papel de plata, y la vida que es a veces todavía aventura: hoteles y Tadzios de provincia, revueltas habitaciones de chicos y tardes solares en piscinas de sabor mejicano.


LUIS ANTONIO DE VILLENA: Lujurias y apocalipsis. Madrid: Visor, 2022. 12 euros.


Recuerda el título de este libro al de una película noventera de Jaime Chávarri, Tierno verano de lujurias y azoteas, y en verdad es este un libro veraniego (la azotea estaba en el primer libro de Villena, Sublime solarium) y solar y también su reverso, de sol negro y piedra negra (“vicio, un gran diamante negro”).


Asoma una vejez que “nada tiene de admirable” y un mundo alicorto del que acaba triunfando “tanta insolente belleza”.


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