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Lucía Fernández Mínguez

Baudelaire y lo banal

Con él nació la poesía moderna. Es el máximo exponente del simbolismo francés. En él se inspiraron grandes figuras como Rimbaud o Apollinaire.


Manet le incluyó en su cuadro Música en las Tullerías (1892)


Él es Baudelaire, el dandy moderno que iba en contra de las ideas de progreso social o la bondad en el ser humano. Perfeccionista obsesivo, al que se le acababa la infancia cuando su padre fallecía.


Las flores del mal, una metáfora e ironía, simultáneamente.


Se hablaba de las flores de la juventud, del amor en forma simbólica. En Baudelaire representan el mal, casi el satanismo, el sadismo, la perversidad de cada ser humano… Un intento de mitigar la tediosa vida.


¿Cielo, infierno, qué importa?


La obra está inspirada en los barrios más decadentes de Paris del siglo XIX, lleno de paisajes decadentes, sentimientos de soledad, indiferencia…


La ignorancia del hombre se ve reflejada a través de sus pecados.


El tiempo era lo único que podía dar fin a las flores. Extinguía los placeres.

Los dandys intentaban probar todo tipo de placeres terrenales, pero no llegaban a conseguir lo deseado.

Baudelaire siente rechazo y escribe para atacar a una sociedad decadente e hipócrita.


La sociedad francesa llegó a censurar algunos de sus poemas. Acabarían llamándose “los desechos”. No estaban preparados para este precursor del verso libre. Es un artista en una metrópolis masificada. “El Albatros” representa esta misma idea. Un pájaro de grandes alas volaba por el cielo, pero no puede caminar en tierra, se convierte en un ser ridículo ante la masa. Le han hecho descender del cielo para vivir en el infierno.


En el soneto a “Una transeúnte” describe como el dolor se refleja en los ojos de ella, un dolor que fascina y un deleite que mata. Nunca volverá a verla. La mujer y la ciudad producían en Baudelaire deseo y horror, fascinación y rechazo simultáneos.



El mal desde una perspectiva ontológica


Existe una relación entre lo tedioso, lo rutinario, y esa válvula de escape a la que recurre el hombre, pero no es el mal.


Ese hombre sueña con conquistar el mundo, no tiene nada diabólico. Es un hombre, común y corriente.


Baudelaire tenía razón, sabemos de qué estaba enfermo ese hombre: era banal.

No hay ningún instinto diabólico, ni se trata de un estúpido, sino de un hombre banal. El secreto del mal es que carece de misterio.


El mal banal es el domino del saber sobre el pensar.


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