La comprensión, y el uso, del término neurodiversidad –estrechamente ligado a la antropología– «permite desdibujar los límites entre la normalidad y la anormalidad, reduciendo la percepción negativa de las personas con enfermedades mentales. Haría más difícil marginarlos»
El término neurodiversidad parece tener su germen en la década de los noventa, definiéndose como un «neologismo el cual acerca de manera positiva la inevitable diversidad entre la neurología humana» (Glannon, 2007).
En la sociedad no encontramos la suficiente representación, o voz, de figuras neurodivergentes, de espacios de inclusión neurodiversos, o de la mentalidad colectiva y tolerante que nos ayude a observar, comprender y apreciar lo enriquecedor que puede llegar a ser la contemplación de la variedad entre funciones mentales.
La visión negativa que la cultura actual les aporta a ciertos segmentos de población que padecen de trastornos mentales, como personas vulnerables, enfermas, con déficit ... etc, repercuta en sus implicaciones de carácter social, educativo, sanitario, político, profesional ... etc. La comprensión, y el uso, del término neurodiversidad –estrechamente ligado a la antropología– «permite desdibujar los límites entre la normalidad y la anormalidad, reduciendo la percepción negativa de las personas con enfermedades mentales. Haría más difícil marginarlos» (Glannon, 2007).
En origen, el término neurodiversidad fue concebido para referirse a la neurología atípica de las personas que padecen Trastorno del Espectro Autista (TEA), un movimiento encabezado por un colectivo que, pidiendo ser reconocidas como personas hábiles y capacitadas, remarcaban el no estar impedidas o incapacitadas (Armstrong, 2012).
Asimismo, este artículo no contempla solo aquellos con diversidad mental, también incluye a aquellos que presentan diversidad física.
De manera resumida destacamos la figura de Harvey Blume y Judy Singer, quienes acuñaron el término ‘’neurodiversidad’’ en 1998 en su tesis doctoral de sociología (Armstrong, 2012).
Hecha esta introducción, pasamos a enlazar la museología y museografía con el fenómeno de la neurodiversidad.
Basándonos en los datos recopilados en la bienal Estadística de Museos y Colecciones Museográficas de 2018, perteneciente al Plan Estadístico Nacional y desarrollado por el Ministerio de Cultura y Deporte; en colaboración con el Ministerio de Defensa, Patrimonio Nacional y las comunidades y ciudades que participan en su elaboración, podemos observar la mención de un colectivo denominado como ‘’personas con discapacidad’’, donde asumimos se refieren a personas que presentan algún tipo de diversidad física y mental. El uso de este vocablo como definición de una agrupación social connota la ya mencionada falta de tolerancia e interés por el uso de terminología que debate lo conocido como normal de anormal, retomando el negativo influjo que puede resultar el uso de dicha terminología sobre un colectivo social.
Centrándonos en los datos, observamos como en el gráfico número 13 (página nº 30) bajo el título ‘’Museos y Colecciones Museográficas según el colectivo al que dirigen sus actividades educativas, 2018’’, las mal llamadas ‘’personas con discapacidad’’ ocupan un 32,1% y ‘’las minorías étnicas’’ un 10,7%. Este pequeño, aunque no inexistente porcentaje, nos plantea una cuestión ¿Es esta implicación la suficiente y necesaria para considerar el museo como lugar de diversidad e inclusión?
Antes de responder a dicha cuestión, revisamos el siguiente gráfico, el número 14 (página nº31).
Nos anuncia el porcentaje de ‘’Museos y Colecciones museográficas según disponibilidad de servicios y equipamientos (2018)’’. Observamos como la ‘’información accesible a personas con discapacidad’’ (inf. acc. pers. discapacidad) ocupa un 23,0%, mientras que el ‘’acceso a personas con discapacidad’’ ocupa un 53,5%. Es así como establecemos una solución a la pregunta anteriormente planteada.
Por otro lado, observamos la dualidad entre el gran porcentaje de acceso a las instituciones, pero el escaso acceso a la información de la cual disponen. Las acciones tomadas en referencia a los colectivos de diversidad funcional, aunque no sean inexistentes o nulas, siguen tratándose de un porcentaje no responsable e injusto para estos grupos considerados como incapacitados.
De este modo planteamos un concepto ya estudiado: el museo como centro de inclusión y diversidad.
Se posibilita un espacio que ayude a dignificar a las personas con diversidad intelectual, psíquica o física, dotándoles de la percepción positiva que tanto se les ha arrebatado, ayudando a su integración social, su mejora de calidad de vida ... etc.
Aunque se trate de un terreno por descubrir y en fase emergente, el museo debe asumir la labor multidisciplinar que cada vez es más demandada en la sociedad. Igualmente, no solo ocupamos dicha idea con los museos, también se ven implicados los espacios patrimoniales.
El museólogo, crítico de arte, especialista en accesibilidad social y educación en museos Juan García Sandoval, establece en su escrito «Museo, arte y salud - como punto de encuentro y cultura inclusiva. Relaciones, experiencias y buenas practicas en museos españoles», una serie de aspectos que el museo como institución puede aportar al ámbito de la salud:
Concepción del museo como espacio de servicio público a la comunidad, convirtiéndose en un referente para ella, en un recurso comunitario más, que mejore el acceso a la cultura y a la sociedad de las personas que conviven con un trastorno mental, una enfermedad, etc.
El museo puede y debe ser generador de desarrollo comunitario. Se puede tejer una red social estrecha, solidaria, con igualdad de oportunidades para toda la ciudadanía y que favorezca una inclusión real, a través de la participación y la modificación de las actitudes.
Los museos pueden servir para dignificar al colectivo de personas que viven con una diversidad funcional psíquica e intelectual, favoreciendo una percepción diferente y más positiva, a través de su vertiente más creativa y más participativa.
Los espacios culturales y las instituciones museísticas fomentan los hábitos saludables, dando lugar a la reincorporación a la vida, los hábitos de participación cultural y social, y la recuperación de las habilidades sociales y familiares.
España cuenta con la implicación de numerosos proyectos e instituciones comprometidos con la creación de nuevas experiencias para estos colectivos marginados.
Un gran ejemplo y referencia es el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, el cual dispone de guías de actividad y recorrido para personas con diversidad funcional intelectual y psíquica, destacando la labor desde Educathyssen como herramienta de rehabilitación psicosocial. De igual modo merece mención la Museo-Fundación Jorge Oteiza en Alzuza, Navarra, y su tarea pedagógica y renovación social.
Otro proyecto de investigación se trata del ‘’Grupo de investigación educativa’’ creado en 2010 con los siguientes centros y museos: Centro de Arte La Panera de Lleida, CDAN (Centro de Arte y Naturaleza) de Huesca, Es Baluard (Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma de Mallorca), ARTIUM (Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo de Vitoria-Gasteiz) y el Museo Picasso de Barcelona.
En el ámbito cinematográfico destaca «Rara web» (2012), que agrupa todo el trabajo en desarrollo del proyecto «Ficción autobiográfica» desde el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC), o el «Ciclo Cine C. T. I. Montevil» (2013), que surge de la colaboración de LABoral Centro de Arte de Gijón (Asturias).
Para finalizar, la actividad principal que destacamos en el escrito se encuentra basada en el caso de estudio de Hans Prinzhorn en su libro de 2012 ‘’Expresiones de la locura: el arte de los enfermos mentales’’.
Utilizó el recurso de la pintura para investigar sobre pacientes de instituciones mentales, aquellos considerados por la sociedad como ‘’locos’’, cuyo arte define como fundamental para la configuración de categorías como el "art brut" o el "outsider art". Gracias a este estudio presentó una perspectiva diferente de los grupos considerados socialmente como ‘’enfermos’’, cuya obra es comparada con la producción artística de Paul Klee, Max Ernst, Pablo Picasso, Salvador Dalí ... etc.
Los beneficios que proporciona el arte y su aplicación como terapia es un fenómeno conocido desde la Segunda Guerra Mundial. El organizar talleres y actividades basados en la comunicación de sus valores, crearía una sociedad más concienciada con el patrimonio histórico artístico.
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