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Mujeres artistas del siglo XX que no aparecían en mi libro de arte de la carrera. Ángeles Santos

Matisse, Picasso, Dalí, Renoir, Giacometti, o Cézanne, son nombres y personalidades universales en la historia del arte del siglo XX, no les fue fácil alcanzar la casi inmortalidad, pero lo cierto es que tuvieron menos dificultades que las 17 mujeres de las que te hablaremos en estos "Apuntes alternativos de carrera", que también merecían estar en mi libro de arte. En el Día Internacional de la Mujer, llegamos al décimo capítulo con una artista española muy especial y casi olvidada, Ángeles Santos. Acompáñanos y conoce más sobre su vida y obra.


Autorretrato, Ángeles Santos, 1928


Con una carrera artística fulgurante e inédita dada su juventud, la pintora Ángeles Santos aportó varias obras maestras a la historia del arte a finales de los años 20 y principios de los 30. Conectada con la denominada Generación del 27 y sus círculos artísticos e intelectuales, atravesó determinadas circunstancias personales que, por el hecho de ser mujer, acabaron modificando su relación con la pintura y, con ella, su desigual recepción y valoración por parte del sistema artístico.


Algunas artistas destacaron por sus obras a una edad temprana, como el caso de Ángeles Santos Torroella que, con solo 18 años, conoció el éxito, el reconocimiento y la admiración de los circuitos artísticos de Madrid gracias a una serie de cuadros que pintó en Valladolid durante un breve lapso de tiempo a finales de los años 20. Su extensa producción durante aquella etapa se asoció con el surrealismo, el realismo mágico, la figuración realista o la Nueva Objetividad alemana. Pese a vivir en un lugar relativamente periférico en cuanto a las novedades artísticas y los movimientos intelectuales, supo asimilar aspectos de obras que contempló en sus visitas al Museo del Prado como el Bosco, El Greco y Francisco de Goya, o trabajar a partir de los poemas de Juan Ramón Jiménez o Federico García Lorca, los cuales motivarían algunas de sus piezas. También encontraría inspiración para sus obras a través de la lectura de libros, como el ensayo Realismo mágico, postexpresionismo. Problemas de la pintura europea más reciente de Franz Roh, publicado en España en 1927, donde pudo ver reproducciones de las pinturas Tiovivo (1922) y Patinadores de hielo (hacia 1920) de Walter Spies, obras como La masía (1921-1922) de Joan Miró, así como revistas de vanguardia a las que tenía acceso como 'Cahiers d'Art'. También se aprecia la influencia de la iluminación del cine negro y de terror que aplicó en obras fechadas en 1929 como Niña (Anita y las muñecas), obra que ha formado parte de la reciente exposición temporal Maestras del Museo Thyssen-Bornemisza compartiendo pared con Frida Kahlo, o Niña durmiendo.


  1. Niña (Anita y las muñecas), 1929

  2. Niña durmiendo, 1928


Durante su infancia su familia era trasladada continuamente de ciudad debido a la profesión de su padre, lo que dificultaría la creación de vínculos con otros/as niños/as, facilitando un cierto desarraigo y un mayor desarrollo de un mundo interior propio, el cual canalizaría a través de la creatividad. Avisado de su talento artístico por sus profesoras en un colegio de Sevilla, su padre comenzó a apoyar su formación apuntándola a clases de dibujo y pintura. Una vez instalada en Valladolid a finales de los años 20, Ángeles Santos continuó aprendiendo la técnica de la pintura al óleo con el restaurador Cellino Perotti, que vivía en la buhardilla del Teatro Calderón de la ciudad, y comenzó a pintar algunas vistas de la calle donde residía con su familia. Fue su padre quien la acompañó en repetidas ocasiones al Museo del Prado de Madrid, y también quien encargó que le trajeran desde la capital una tela enorme para que su hija pudiera pintar en las paredes de su habitación lo que para ella representaría su mundo.


Un mundo (1929) es una de las grandes obras del arte, y ha permanecido expuesta en las salas del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía desde su ingreso en el museo en 1997, excepto durante breves periodos como la exposición temporal Ángeles Santos. Un mundo insólito en Valladolid que organizó el Museo de Arte Contemporáneo Español Patio Herreriano entre finales de 2003 y comienzos de 2004, o durante el proceso de restauración del cuadro llevado a cabo en 2019. Ángeles Santos (mujer), con 18 años (joven), desde Valladolid (periferia cultural), consiguió con esta pieza un éxito muy notable al ser expuesta, junto a otras dos pinturas, en el IX Salón de Otoño de Madrid de 1929, causando sensación entre los círculos intelectuales madrileños a los que pertenecían Ramón Gómez de la Serna, Jorge Guillén o Federico García Lorca, que incluso viajarían hasta Valladolid para conocerla en persona. Este reconocimiento general a su talento se vio reforzado en el X Salón de Otoño de 1930, donde se dispuso una sala entera para ella sola en la que se expusieron más de treinta cuadros, algo inédito para una joven artista. Igual de inédito que la protagonista no acudiera.


  1. Un mundo, 1929. Detalle de la obra en la segunda imagen.

  2. Sueño (alma que huye de un sueño), 1929



En el artículo anterior sobre Remedios Varo hablábamos de las representaciones de los cuerpos femeninos por parte de algunas autoras asociadas al surrealismo como la propia Varo, Leonora Carrington, Claude Cahun o Ángeles Santos, que en esta obra materializa a través de la pintura a seres maravillosos dotados de poderes cósmicos, telúricos y artísticos que cuidan y educan a otros seres. Pero este mundo de Santos es mucho más que las representaciones de lugares físicos donde había vivido, o de actividades cotidianas, o de las conexiones entre los diferentes planos dimensionales, el sol y el cielo mediante esos "vagos ángeles malvas" del poema de Juan Ramón Jiménez que "apagaban las verdes estrellas". Su mundo no es redondo sino más bien cubista o, al menos cúbico, y está lleno de detalles, como la escena que apreciamos al aproximarnos al interior de uno de los edificios del plano superior: tres mujeres que leen reunidas en una habitación. Una escena que ampliaría y a la que le dedicaría todo el protagonismo, y que representa otra de las obras cumbres del arte español, Tertulia (1929), que también ingresó en el Museo Reina Sofía en 1997, donde se encuentra expuesta. Este lienzo nos presenta en una habitación gris a cuatro mujeres en una atmósfera claustrofóbica que leen en papeles (¿poemas?, ¿teatro?), fuman, escuchan, piensan, una de ellas nos mira directamente, adoptan poses retorcidas y nada convencionales si tenemos en cuenta los comportamientos que se suponía que debían seguir las 'señoritas'. Según la autora, emplazó a la mujer de la esquina inferior derecha inspirándose en un personaje del Pentecostés de El Greco que había visto en el Museo del Prado por cuestiones de composición. Si nos fijamos en el detalle de Un mundo, las mujeres de aquella otra tertulia eran solo tres y parece más evidente que sus lecturas eran libros y no papeles sueltos. Otro dato: durante la época de creación del cuadro, Tertulia también era conocido con el título de El cabaret.


  1. Tertulia, 1929.

  2. Detalle de Tertulia (1929) de Ángeles Santos y detalle de Pentecostés (1597) de El Greco.


Probablemente fuese una contestación a La tertulia del Café de Pombo (1920) de José Gutiérrez Solana, en el que aparecen representados destacados intelectuales de la élite madrileña, todos hombres, claro. Porque, ¿dónde estaban las intelectuales, las artistas, las escritoras, pensadoras, sociólogas, etc.? ¿En qué espacios sociales podían reunirse de manera segura para poner en común sus diferentes inquietudes? Ángeles Santos fue socia del Lyceum Club Femenino, una asociación de mujeres de cierto nivel cultural que funcionó en Madrid entre 1926 y 1939, cuyos objetivos defendían los intereses de las mujeres, promovían el desarrollo educativo, cultural, profesional y social, además de ofrecer un lugar de encuentro para que todas estas mujeres pudiesen intercambiar sus ideas. El hecho de asociar las tertulias masculinas con espacios públicos como los cafés excluía a las mujeres de ellos ya que, según la mentalidad del momento, solo ciertas mujeres acudían a los bares. Y no eran precisamente las más respetadas. Vemos otro ejemplo de esta asignación masculina de los espacios públicos en la acuarela Tertulia de Georges Grosz (hacia 1928-1930) que conserva el Museo Thyssen-Bornemisza, donde hombres de traje fuman, beben y debaten sobre los "asuntos importantes". Pese al tono crítico de Grosz frente a dichas tertulias políticas y literarias, que el pintor rechazaba, mantenía la capacidad de elegir si participar o no en ellas, algo que a las mujeres no les estaba permitido.



  1. Georges Grosz, Tertulia, 1928-1930

  2. José Gutiérrez Solana, La tertulia del Café de Pombo, 1920.



El ambiente que se respira en Tertulia cuestiona precisamente el concepto de libertad con el que dichas mujeres tienen que 'conformarse'. Sigue siendo una libertad relativa, ya que no dejan de encontrarse recluidas en la intimidad de un espacio privado en el que se percibe la opresión del lugar a través del encuadre, la ubicación de las figuras y el uso de colores oscuros. ¿Puede expresarse mejor la angustia producida por la presión social exterior a la que se veían sometidas? ¿Cómo es la actitud con la que se presentan los tertulianos hombres en las obras de Gutiérrez Solana y Grosz en comparación con las mujeres de Santos? ¿Cómo son sus miradas y hacia dónde y a quién se dirigen? Queda claro que el contexto español de la época relegaba a la mujer a roles cómodos para perpetuar el patriarcado, en los que los comportamientos fuera de unas normas que se habían decretado por válidas condicionaban y limitaban el desarrollo de las mujeres. Su obra realizada durante esta breve etapa, y estamos hablando de obras pintadas desde 1928 a 1930, se ha enmarcado próxima a la denominada Nueva Objetividad alemana de George Grosz y Otto Dix, aunque también con influencias de las 'pinturas negras' de Goya o la tradición expresionista de Vincent Van Gogh en Los comedores de patatas (1885), como se puede apreciar en Cena familiar (1930), donde la artista refleja cómo percibía el ambiente opresivo y cerrado de su entorno familiar, retratado de manera crítica e incluso caricaturesca.


  1. Cena familiar, 1930

  2. Vincent Van Gogh, Los comedores de patatas, 1885


El apasionamiento de Santos por pintar, su necesidad imperiosa de crear a todas horas, y su intenso trabajo de concentración ininterrumpido, que la llevaba incluso a olvidarse de comer, ¿hubiese conseguido hacer saltar las mismas alarmas en el caso de haber sido un chico/hombre? El hecho de invitar a su estudio a niños y personas de la calle a posar desnudos para sus cuadros Niña muerta (1930) o Niños con plantas (1930), ¿habría provocado el mismo escándalo si hubiese sido un pintor? Pese a lo inédito de disponer de una sala entera para ella sola, Ángeles Santos no acudió al Salón de Otoño de 1930 porque su obsesión por pintar la había llevado a un estado que su familia consideró inadecuado, y decidió internarla en un hospital psiquiátrico, una reacción bastante habitual en aquella época. Hemos destacado el apoyo por parte de su padre para fomentar el desarrollo de las inquietudes artísticas de Ángeles Santos, por lo que puede deducirse que con esta decisión su familia pensaría estar actuando de la mejor manera para ayudar a cuidar y restablecer la salud mental de su hija. Ramón Gómez de la Serna denunció públicamente este encierro y protestó en artículos de prensa para que se efectuase su liberación, pero la artista que salió ya no sería la misma de antes.


  1. Niños y plantas, 1930

  2. La niña muerta, 1930



Después de residir una época en San Sebastián, fue trasladada en 1933 a Barcelona, donde su familia la animó a casarse con el también pintor Emilio Grau Sala. Tras exponer su obra previa en Madrid, París, San Sebastián, Copenhage, Estados Unidos e incluso estar presente en el Pabellón de España de la Bienal de Venecia de 1936, su estilo anterior cambió radicalmente, como puede apreciarse en la obra de 1935 Niña con flores, quizá debido a la posible influencia del estilo colorista de su marido y por el hecho de no encajar con el 'Noucentisme' catalán del momento. Se casaron en 1936, pero con la irrupción de la Guerra Civil la pareja se separó, y Ángeles Santos quedó relegada a la sombra, aparcando la pintura hasta la década de los años 60, a la que regresó ya con un estilo más postimpresionista de retratos, bodegones y paisajes que no abandonaría hasta su fallecimiento en Madrid en 2013 con 101 años de edad.


  1. Niña con flores, 1935

  2. Alacena con flores, 1960

  3. Estudio de la artista, 1960



Te puedes adentrar dentro de Un mundo aquí, así como ver el proceso de restauración que se realizó en 2019 aquí.


La directora Eva Fontanals dirigió en 2017 el documental "El mundo de Ángeles Santos", que presenta en esta carta.





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