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Victoria Otero Vaughan

Leonora Carrington y las féminas del surrealismo

Las confluencias y relaciones entre artistas, ya sean pintores, escultores o literatos son usuales y comunes a lo largo de la historia del arte. Sus obras e historias se influyen mutuamente y en algunas ocasiones son determinantes a la hora de desarrollar sus piezas.


Leonora Carrington, Max Ernst (debajo), André Marlaux y Marcel Duchamp, en la casa de la pareja. Francia.



Decía el poeta Octavio Paz,

“El surrealismo pasó, pasa y pasará […] espejo magnético, síguelo sin seguirlo, es llama, y ama y llama”

Es así como debemos adentrarnos hacia el movimiento surrealista, esta corriente de vanguardia que mezcló pintura, literatura, música y cine, quizás una de las más conocidas en la historia del arte, comandada por la falta absoluta de la razón y el amparo en la propia mente y el mundo individual del artista. La carencia de empatía e identificación con el espectador, que después se redescubre en los sueños, los pensamientos y los paisajes interiores ajenos, son los que nos permiten apreciarlo. Esto es quizás lo más interesante, a la vez que perturbador, de este movimiento que hoy nos compete. Los ambientes surrealistas, los paisajes oníricos, las riquezas de personajes antropomorfos y la variedad de realidades los que más éxito acarrean desde el comienzo de este periodo, predilectos de un espectador que busca, quizás, la evasión de lo real, la monotonía y de lo conocido.



Amistades Surrealistas


Las confluencias y relaciones entre artistas, ya sean pintores, escultores o literatos son usuales y comunes a lo largo de la historia del arte. Sus obras e historias se influyen mutuamente y en algunas ocasiones son determinantes a la hora de desarrollar sus piezas.


Son conocidas muchas de las amistades que surgieron y se debieron a este movimiento. Y no tanto amistades pero si influencias entre materias y ramas artísticas. Conocemos las relaciones entre Salvador Dalí y Luis Buñuel, ambas plasmadas claramente en la pantalla y en la pintura, y sus colaboraciones posteriores, como en «Un chien andalou». Hablaríamos también de la amistad entre el pintor de la escuela de Vallecas, Benjamín Palencia y el poeta García Lorca, que también fue de gran importancia, diseñando el primero de ellos el cartel para la famosa compañía de teatro, “La Barraca”, dirigida por el poeta granadino.


Nos centraremos en la amistad de tres artistas femeninas del surrealismo. Ampliamente conocidas las relaciones que se establecieron entre Leonora Carrington y Remedios Varo, pareja del poeta Benjamín Peret, máximo exponente de este movimiento en el ámbito literario, quien, a su vez, mantuvo estrecha relación con el anteriormente mencionado, André Breton. Ambas amigas, se refugiaron en el exilio mexicano obligado por las situaciones socio-políticas del momento, una amistad que, además, quedó inmortalizada gracias a la fotografía de Kati Horna, gran amiga de las dos anteriores, y que, además, contrajo matrimonio con el artista José Horna. La tercera de las tres artistas femeninas es Leonor Fini, de ascendencia argentina, marcha a París, donde coincidiría con la estancia en Francia de Leonora Carrington, forjando una fuerte amistad con ella y con su pareja en el momento, el artista surrealista Max Ernst, con quienes vivió comenzada ya la segunda guerra mundial, en un pequeño pueblo de francia, Ardèche, para más adelante mudarse con el matrimonio Dalí, Salvador y Gala, en Arcachón, otra aldea de la costa francesa.


«Remedios Varo con máscara» fotografías artísticas de Kati Horna, 1943


Quedan expuestas, por tanto, ideas y ejemplos de las confluencias, amistades, encuentros, exilios conjuntos, matrimonios y toda clase de relaciones personales que se debieron al surrealismo y que pudiéramos transpolar a cualquier otra corriente artística.



Leonora Carrington, el eje principal


Si el surrealismo tuviese rostro de mujer sería el suyo, el de Leonora Carrington. Sus fantasías y sueños cobraron vida a través de la pintura, la escultura, la joyería, y hasta en sus cuentos, encontrando amparo en el movimiento que surgía a comienzos del siglo XX, y que es foco de este estudio, el Surrealismo.


Leonora Carrington nace en Inglaterra, en Lancashire, en el seno de una familia adinerada y pudiente de la alta sociedad, siendo su padre un reconocido y exitoso hombre de negocios, de seriedad y durezas casi novelescas. Su madre, en cambio, Maureen Moorhead, fue la primera en acercarla a la tierra de las leyendas y mitos de la que provenía su familia, Irlanda. Leonora crecería rodeada de mitos celtas que sentarían las bases para la creación de todos los personajes y escenarios que pueblan sus pinturas.


Tras su estancia, y posterior expulsión, en varios colegios, comienza finalmente sus estudios en la escuela de arte de Amédée Ozenfant, en Londres, corre el año de 1936, comenzada ya la guerra civil española, coincidente también con la celebración en la ciudad de la primera Exposición Internacional del Surrealismo.


Es durante este año cuando conoce al artista Max Ernst, de quien se enamora y con quien se marcha a París, tan sólo un año después, conociendo allí al círculo surrealista de André Bretón y conviviendo con artistas como Salvador Dalí, Joan Miró, Pablo Picasso, o Luis Buñuel. Se trasladaría finalmente al sur de francia con Ernst, a Ardèche, donde, como mencionaba con anterioridad, darían cobijo a la artista Leonor Fini.


Durante este mismo periodo desarrollan una obra conjunta entre ilustración y literatura, con textos de leonora Carrington e ilustraciones de Max Ernst. La dama Oval se conformaba de 5 cuentos sobre animales y una niña, escrito por la pintora y que contaba con 7 collages de Max Ernst.


Con el comienzo de la segunda guerra mundial, Max Ernst es encarcelado en dos ocasiones, separándose definitivamente la pareja. La primera de ellas en 1939 y la segunda, en 1940, lo que provocaría que Leonora sufriera un colapso nervioso tras la separación. Su conexión con Ernst también la obligaría a abandonar el país y se adentra en España acompañado de otros amigos. Es entonces cuando es interceptada por su familia e ingresada en el psiquiátrico de la ciudad de Santander. Durante esta estancia cuando pinta una de sus obras más conocidas Memorias de abajo representando en él, de nuevo recurriendo a la figuración surrealista de elementos híbridos en un espacio que pretendía evocar la estancia del sanatorio, con abundantes referencias a los personajes de su vida y las experiencias que ella misma vivió, viajes psíquicos y alucinaciones, provocadas por las sustancias que le administraban allí, como el Cardiazol, un electroshock químico.


El mismo título de esta obra lo utilizaría posteriormente para la narración de los acontecimientos que vivió allí. Esta experiencia dañaría física y psíquicamente a la pintora, sin embargo, su fuerza y amor propios la ayudaron a seguir adelante, siendo esta experiencia fuente futura para sus próximas obras.

“En esos momentos me adoraba a mí misma. Me adoraba a mí misma porque me veía completa: yo era todas las cosas, y todas las cosas eran en mí; gozaba viendo cómo ojos se convertían en sistemas solares iluminados con luz propia; mis movimientos, en una danza límpida y fiel; mis intestinos, que vibraban de acuerdo con la penosa digestión de Madrid, me satisfacían de igual manera. Por aquel entonces, Madrid cantaba Los ojos verdes, de un poema de García Lorca…»

Un tiempo después, en mitad de su traslado a otro sanatorio en Sudáfrica consigue escapar y se refugia en casa de Renato Leduc, amigo de Picasso, diplomático y poeta mexicano, con quien se casará para poder huir a América.


En México se separa amigablemente del poeta mexicano y se reúne con una buena amiga, la pintora gerundense Remedios Varo. A partir de este momento ambas entablaran una amistad inseparable que se verá claramente plasmada en sus obras y piezas artísticas, siendo, incluso, en muchos casos, complicado y difícil distinguir entre la mano de Carrington y la de Varo.



Leonor Fini y Remedios Varo


Leonor Fini nace en Buenos Aires, en Argentina, procedente de una familia italiana, pronto marcha al continente europeo. Sin embargo, no es precisamente la vinculación con el continente americano la que establece conexiones entre la artista y Leonora Carrington.


Debemos remontarnos, con ello, a la estancia parisina de ambas pintoras en la capital francesa, concretamente en la estancia de Leonor Fini en la residencia de la pareja Ernst-Carrington. Durante esta estancia se forjó una gran amistad entre ambas, y también entre Leonor Fini y Max Ernst, quien dedicaría alguna monografía a Fini.


Las personalidades de las dos pintoras, fuertes, independientes y, por qué no, rebeldes ante la sociedad del momento no tardaron en conectar rápidamente.

Leonor Fini, que, desde muy pequeña había convivido con la dualidad y la fluidez de personalidades y géneros, siendo ocultada de su padre vestida como un niño, con el tiempo había desarrollado una personalidad libertina y muy alejada de la razón, ingredientes perfectos que la enmarcaban dentro de la corriente surrealista, a la que, aún así, ella siempre negó pertenecer.


Fue, como se comentaba anteriormente, en su viaje a parís en los años 30 cuando conoce a Max Ernst y a otros integrantes del grupo. Siendo este, por entonces pareja de Leonora. Comenzó así la relación entre ambas perdurando hasta mucho después del traslado de la pintora a México. A lo largo de toda su vida continuaron en estrecho contacto mediante correspondencia y sus elementos más característicos se colaron mutuamente entre las pinturas de ambas.


Leonora Carrington y Leonor Fini fotografiadas disfrazadas.


Pasamos, por tanto, a la segunda de las amistades que nos compete a lo largo de este estudio, la que une a Leonora Carrington con la artista española, procedente de Gerona, Remedios Varo. En un principio es necesario destacar la gran admiración y duradera amistad que surgiría de su exilio en México. Por lo tanto, podemos ubicar en el tiempo, para comenzar esta comparativa entre las dos pintoras, a partir del año 1942, cuando Leonora Carrington consigue escapar del sanatorio y huir hacia México. Allí se reencuentran las dos amigas y la pintura de ambas queda mutuamente impregnada.


Aunque es cierto que se conocen en las mismas fechas que las dos anteriores, es decir, en 1937, cuando Remedios y su pareja, el poeta Benjamín Peret, vuelven a París, es en esta estancia en México donde más desarrollo adquiere su amistad. En este periodo de 1941 las amigas entablan una relación de amistad que duraría hasta el fin de sus días, inscrita dentro del círculo surrealista formado en el enclave, destacando además la presencia de poetas como Octavio Paz.


Como Leonora, Remedios Varo también estuvo íntimamente expuesta a los mitos y las leyendas de las culturas prehispánicas, pero nunca se atrevió a utilizarlas como fuente iconográfica de sus obras, a diferencia de la primera de ellas. Una temática que sí compartieron en sus pinturas y también en sus largos coloquios y conversaciones fue siempre el tema del esoterismo, la magia, lo ancestral, la alquimia, etc. Aunque los temas y los elementos no están claramente inspirados o reseñados en sus obras, es visualmente fácil vislumbrar las mutuas influencias entre ambas pintoras y amigas. En incontables ocasiones se ha confundido la autoría de algunas de sus piezas.


Los ambientes insólitos, como ubicados en otros mundos y planetas, de naturaleza inexacta y onírica, donde la presencia de la arquitectura sólo encuentra lógica en la imaginación de su creador, son siempre los espacios donde se llevan a cabo las escenas representadas por ambas pintoras. Más allá de los espacios y la concepción e idea general de sus obras, dentro del surrealismo y la falta de razón, la pintura de Remedios Varo siempre se mantuvo dentro de la figuración reconocible, a pesar de representar animales en actitudes humanas y otras hibridaciones, estuvo más encaminada hacia la fantasía y los sueños, que hacia las escenas surrealistas, mucho más libertinas en este aspecto, de Leonora Carrington.


Leonora Carrington, Remedios Varo y Kati Horna, en México.


A partir de los años 40 su pintura adquiere un toque más personal y más dedicado, elaborando una pintura mucho más seria, escenas inspiradas en fantasías, pensamientos recurrentes, etc.


La obra de Remedios Varo pudiera haber continuado ligada a las corrientes del momento, sin apartarse o innovar de acuerdo con su personalidad, o incluso podría haberse quedado en una mera actividad secundaria en su día a día, y sin embargo, conocer a Leonora Carrington la convirtió en uno de los máximos exponentes de la corriente surrealista.







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