Aprovechando que nuestra querida editorial, Habla de Arte®, acaba de publicar Colorín colorado. los cuentos de Ara Vaughan creo necesario reclamar un poco de atención sobre este género que creemos que solo está destinado o reservado para nuestros pequeños.
Dos niños leen en la puerta de su escuela, 1950
«Érase una vez...», «En un país muy muy lejano...», «Hace millones de años…»
Seguramente hayamos oído estas expresiones innumerables veces y rápida e inevitablemente nuestra mente adulta piensa en los cuentos. El cuento es, sin utilizar definiciones de manual, el género literario que nos transporta a algún momento de nuestra infancia, concretamente, al momento previo a irse a la cama. Ese momento en el que nuestro yo-niño se convertía en un fuerte negociador de la hora de dormir a cambio de la lectura de una historia por mamá, papá o los abuelos que nos cuidaban ese fin de semana. El cuento es símbolo de niñez, de inocencia, de cama, de familia y por qué no decirlo, también de felicidad.
Pero en nuestra versión adulta, en nuestra mente madura, si tenemos que elegir algún tipo de lectura, seguramente el cuento no sea el género escogido. Solemos apostar por la novela o, los más valientes, por la poesía o el ensayo. Pero nunca o casi nunca por el cuento.
¿Por qué? Me pregunto.
Os voy a dar una opinión basada, ahora sí, en una definición más técnica del cuento, entendido este, como: «una narración corta, real o ficticia con una única trama y que en ocasiones trata de transmitir un valor o enseñanza al lector».
En mi opinión, la no lectura del cuento en el adulto se debe, sencillamente, a nuestro exceso de arrogancia. Pensamos que lo sabemos todo, que un libro ya no nos va a enseñar nada y menos cuando está dirigido a los niños. Nosotros, con nuestros trabajos, nuestros coches y nuestra falta de tiempo, no tenemos nada más que aprender en la vida. Si me permitís el atrevimiento, queridos lectores, tal y como están las cosas, tal y como se está comportando el mundo en general y la sociedad en particular, cuando las distopías son más «historias basadas en hechos reales» que «ficciones indeseables», lo tenemos todo por aprender y muchas cosas que desaprender.
Como lectora sin filtros y con grandes problemas para dormir, os aconsejo una lista de cuentos (tranquilos) para adultos, que si no te van a enseñar nada (porque somos demasiado maduros y listos para ellos) tal vez, consigan entretenerte igual que una novela o, como es mi caso, reconciliarte con el sueño.
Cuentos para adultos:
El archiconocido Las Mil y una noches con nuestra querida Scherezade como narradora.
Todos los fuegos, El fuego o Final del juego de Julio Cortázar.
Cuentos de terror de Edgar Allan Poe.
Y a la lista deberíamos sumar a Tolstoi, Chéjov o Dickens, entre otros muchos.
Seguro que estáis leyendo esto y pensáis que he perdido el juicio, que si no leéis cuentos mucho menos vais a leer los de los grandes clásicos porque no vais a entender el estilo y va a ser un rollo. Así que os propongo lo siguiente: dejad el móvil, acercaos a una librería y preguntadle a esa maravillosa persona que vive entre páginas (y que es mucho más amable que el repartidor de Amazon) que os recomiende algún cuento para adultos. Actual, sí.
Y colorín colorado,
doy este artículo por terminado.
Os recomendamos desde Habla de Arte® que comencéis esta reconciliación con nuestros cuentos ilustrados, recién sacados del horno. Un compendio de diez fábulas para todas las edades, bellamente ilustradas con más de una treintena de acuarelas de la propia autora, Araceli Vaughan.
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