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Mónica López del Consuelo

Donde nacen los monstruos: sobre lo grotesco, lo raro y lo bello

Quimeras, dragones, brujas, demonios, basiliscos, gárgolas, esfinges, titanes, banshees, vampiros… el terror nos ha acompañado a lo largo de la historia como un personaje más de nuestro cuento. Y lo hace a través de sus propias criaturas, los monstruos, hijos e hijas del miedo, fruto de los terrores del ser humano transformados en esperpento.


Ilustración aparecida en el Magasin pittoresque en 1857 a partir de un grabado de Maurice Sand.


Estos monstruos se presentan a través de tres vertientes que definen la estética final de estas criaturas: lo grotesco, lo raro y lo bello. 


Por alguna razón, estas ideas nos atraen y fascinan tanto que el ser humano ha creado sus fantasmas en torno a ellas. Y, como un molde que necesita de algún material para tomar forma, lo ha rellenado con lo único que tenía a mano: consigo mismo. Los monstruos no son más que espejos cóncavos del Callejón del Gato.



Sobre lo grotesto, lo raro y lo bello 

Lo grotesco es un concepto estético sobre el que se han escrito ríos de tinta. Se puede comenzar dando algunas pinceladas con las ideas que nos da la RAE: ridículo, extravagante, irregular, grosero, de mal gusto. Si estrechamos el cerco hacia el mundo artístico, se puede decir que las obras que responden a este término van desde lo estrafalario hasta lo macabro, lo absurdo, la contranatura o la desarmonía que va más allá de lo feo. Pero mientras la  la fealdad se esconde y se intenta tapar el rostro con las manos, lo grotesco reluce, se muestra sin pudor, chillón y brillante. El Joker es grotesco. Regan, la niña en El exorcista, es grotesca. Freddy Krueger es grotesco. 


Lo raro, cuando hablamos de lo monstruoso, no solo se refiere a algo poco común o pintoresco: en una categoría así se etiquetarían a prácticamente todo este tipo de criaturas. En este caso, la idea de lo raro hace referencia a la perturbación de un elemento dentro de la normalidad, es decir, al hecho de introducir una contradicción que provoca desconcierto, alterando el entorno y creando una sensación de irrealidad. Una niña columpiándose no provoca ningún miedo. 


Pero una niña balanceándose en un columpio, sola, en medio de la noche... no es igual, ¿verdad? Will Smith lo tiene claro en "Men in black" cuando dice:


"luego vi a la pequeña Tiffany y pensé: niña blanca de 8 años, en un barrio negro, entre un montón de monstruos a esta hora de la noche, ¿con libros de física cuántica? Está a punto de hacer algo, hermano”.

Es el mismo patrón que sigue Godzilla, un lagarto (iguana en la versión de 1998, godzillasaurus en la de 1954) cuya monstruosidad radica en el aumento de tamaño exagerado por el efecto de la radiación hasta convertirse en un coloso que lo destruye todo a su paso. 


Lo bello no necesita presentación. Tampoco es el momento de divagar sobre los límites de la belleza o sus cualidades según los diferentes períodos estéticos. Lo bello es fácil de reconocer cuando hablamos de monstruos, ya sea por sus cualidades físicas o psicológicas. El personaje del doctor Hannibal Lecter  se contruye mediante una mezcla entre el horror y la admiración, con un suave toque de elegancia e inteligencia. La imagen de vampiros y vampiras (aunque comenzaron como seres abominables mucho más cercanos a lo grotesco) con el tiempo se transformaron en criaturas oscuras pero atractivas y sensuales. Si comparamos los cuentos del Romanticismo o el primer Nosferatu con los modernos conde Drácula o Lestat, salta a la vista que nada tienen que ver. Los dinosaurios de Jurasic Park no dan miedo por ser criaturas horribles, al contrario. Cuando Spielberg crea su parque de dinosaurios lo hace a través de la admiración por lo magnífico, sirviéndose de la misma fascinación que sentimos al ver una manada de leones. De hecho, a través de esta idea construye el hilo narrativo mediante el que evoluciona la acción de la película. 


Donde nacen los monstruos

No es fácil crear monstruos nuevos. ¿Cuántos monstruos puede crear la mente humana? Alan Lee, uno de los dibujantes de referencia del universo Tolkien, cuenta lo difícil que era hacer un monstruo nuevo hace años, sobre todo si corresponden a un cierto tipo de monstruo “neutro”. El mundo de la informática ha simplificado mucho todo esto, decía el artista: ahora, tan solo hay que pedir al programa un modelo tipo serie en el ángulo que desees y dará miles de resultados al momento. ¿Qué ocurre cuando no se trata de monstruos “neutros”, sino seres con características propias e incluso una personalización (los dragones guardan tesoros, las esfinges plantean enigmas)? ¿Quién crea estos engendros, de dónde salen? Al principio del artículo ya se planteó  la cuestión proponiendo este acto de creación como un molde (formado por lo grotesco, lo raro y lo bello) que el ser humano rellenaba con retazos de sí mismo, como trozos de espejo. En ese sentido, King acertó sobremanera cuando creó a la criatura de It, un ser cambiante que reflejaba los miedos más ocultos de quien miraba. ¿Serán, de igual forma, los monstruos un reflejo de nuestras inquietudes ocultas? ¿Revelaría un análisis más profundo ciertos problemas o fobias sociales? En el caso del hombre – lobo, por ejemplo, existe un consenso sobre sus orígenes derivado de un atraso de la ciencia y el abastecimiento médico en ciertos sectores de la población rural donde la naturaleza era más fuerte que el ser humano, primando la superstición y la falta de realidad. Entonces, ¿vamos más allá y hablamos del origen psicológico de todo esto?


Monstruos del siglo XX que aún asustan en el XXI 

Dicho esto, acomódense en el diván. A continuación, se hará un breve análisis sobre las posibles causas de nuestras horribles criaturas. Pero hagámoslo a nivel de conjunto, como sociedad. Para ello, repasemos algunos de los seres más representativos de la cultura de masas, es decir, a través del cine comercial. Para facilitar el hilo, lo haremos a través de diferentes tipologías: 


  • Monstruos de tierras lejanas: este tropo es de los más comunes a lo largo de toda la historia. En la Odisea, Ulises descubre islas nunca antes exploradas donde encuentra cíclopes y sirenas. En la Edad Media, los bestiarios (compendios ilustrados de animales fabulosos, a medio camino entre la zoología y la fantasía) mostraban como reales por igual a ballenas, tigres o dragones. Gulliver descubre seres horribles en sus viajes. Pero una vez explorada y domesticada toda la tierra, solo nos queda temerle al cielo. El extraterrestre, un monstruo nacido en el siglo XX, no es más que el miedo natural al exterior ampliado, en este caso, a la totalidad del universo. Y para qué engañarnos, ¿no es Alien un digno sucesor del dragón medieval? El único problema es que en el vacío de allá afuera… nadie te escuchará gritar. 

  • Monstruos por mutación: uno de los miedos que más ha crecido a través de la ficción en los últimos años es el de nuestra propia autodestrucción. Godzilla es un buen ejemplo de ello: un ser surgido de la radiación por el efecto de pruebas nucleares. En Japón, país que había  sufrido los ataques de bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki por parte de Estados Unidos apenas diez años antes, la relación es innegable. La moda zombie de los últimos años también responde a esta tendencia.

  • Monstruos del "ello" y el "superyó": la relación entre el "ello" (inconsciente) y el "superyó" (protocolo social aprendido) es otro de los terrores que aún no hemos superado desde que Freud proclamó su existencia y les dio voz. Freddy Krueger mata a través de los sueños, el ello, el inconsciente al que no podemos prohibirle la entrada. Hannibal Lecter, una versión aún más siniestra del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, surge del juego entre el "ello" (su zona más oscura, su instinto primitivo) y el "superyó" (cortesía social impecable). 

  • "Monstrum ex machina": la máquina como un objeto capaz de destruir al ser humano también hizo su aparición en el siglo XX. Sin ir más lejos, el tema ya se trata en "Metrópolis" de Fritz Lang, en 1927. El temor de que estos seres robóticos, además, sean capaces de adquirir autonomía y rebelarse contra su creador parece haber aumentado en los últimos años con la aparición de las IA. Sobran ejemplos: desde "Terminator" a "Yo, robot", pasando por "2001: odisea en el espacio" hasta las más recientes "EVA" (española), "Ex – machina" o "Westworld".

  • Monstruo de la fe: la lucha entre ciencia y fe está especialmente en auge desde el siglo pasado, siendo un debate que pervive en la actualidad. No es casualidad que una de las obras clave de este género, "El exorcista", tenga como protagonista principal al padre Karras, un sacerdote y psiquiatra que atraviesa una crisis de fe.


Algunos de estos monstruos envejecerán y desaparecerán con el tiempo, o no: la sociedad decidirá. Mientras tanto solo nos queda esperar, impacientes, la llegada de nuevas pesadillas.


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