Amores de fábrica. La trilogía del proletariado de Aki Kaurismäki
- Ángela Marcos Tato
- 2 jul
- 6 Min. de lectura
Quizás una de las mejores representaciones de cómo funcionan las relaciones en el capitalismo y la posmodernidad ha sido la “trilogía del proletariado” de Aki Kaurismäki. El desencanto, la incapacidad de mostrar afecto, conformarse como modo de vida robando minutos entre turnos de trabajo para dejar espacio a algo parecido a eso que los privilegiados llaman amor.

40 horas semanales en tu centro de trabajo, un par de horas mínimo en ir y venir, tener tiempo para comer, asearse, dejar hechas tareas de la casa y, en definitiva, luchar por parecer una persona “normal”.
Después de todo, ¿cuánto tiempo queda para el amor en la lógica impuesta por el capitalismo? Unos match en Tinder, que se materializaron en una cena con prisas y relaciones sustentadas en el consumo: izquierda o derecha, descartar o seleccionar, como elegir una marca u otra en el supermercado porque el packaging es más bonito o seleccionar a alguien por las fotos que tiene en un perfil junto a sus datos personales: 27 años, me gusta el cine, soy intolerante a la lactosa.
Si el capitalismo nos roba de múltiples formas quizás la más salvaje de todas es que dejamos de soñar con futuros mejores. Nos han quitado ya todas las utopías y han quedado realidades grises en las que lo mejor es quedarse con lo menos malo. El amor deja de funcionar como un motor pasional en la vida y pasa a un salvoconducto para eludir la soledad.
Quizás una de las mejores representaciones de cómo funcionan las relaciones en el capitalismo y la posmodernidad ha sido la “trilogía del proletariado” de Aki Kaurismäki. El desencanto, la incapacidad de mostrar afecto, conformarse como modo de vida robando minutos entre turnos de trabajo para dejar espacio a algo parecido a eso que los privilegiados llaman amor.
En Sombras en el paraíso (Varjoja paratiisissa, 1986) plasma las contradicciones entre la vida soñada y la vida real. Ambos trabajadores precarios: Nikander (Matti Pellonpää) trabaja de basurero, es una persona reservada y que ahoga el desaliento de la vida en el alcohol, a su vez Ilona (Kati Outinen) no tiene unas condiciones de vida mucho mejores, ha sido despedida injustamente de varios trabajos y se enfrenta a otro despido siendo dependienta de un supermercado, donde justamente se conocerán.
Una secuencia en concreto describe perfectamente como se perciben las relaciones interpersonales. Sentados en un modesto restaurante ella le pregunta: “Por cierto, ¿qué es lo que quieres de mi?”. A lo que él, tras ofrecerle más vino, le responde: “Yo no quiero nada de nadie; yo soy Nikander, antes matarife, ahora conductor de camiones de basura; dientes malos, estómago también, el hígado funciona así, así, la cabeza tampoco anda muy allá, no me preguntes qué es lo que yo quiero”. “Sólo preguntaba” le replica ella. En definitiva ¿Puedes atreverte siquiera a desear cuando tienes que luchar para mejorar continuamente tus condiciones de vida, o te limitas simplemente a sobrevivir? Muchos responderían no me preguntes qué es lo que yo quiero.
Y aunque parezca que los personajes de Kaurismäki eligen finalmente el amor pese a todo y que este proporciona algún tipo de esperanza frente a las desventuras que se les presentan ¿qué tipo de amor nos queda? Ilona no elige a Nikander porque el amor
prevalezca por encima de todo sino porque comparten algo más importante, su condición de proletarios, y son capaces de entender justamente las condiciones de vida del otro y así poder elegirse libremente, mientras que ceder a un vínculo con su patrón cuando este la invita a una cita - en un buen restaurante al que no la dejan entrar con Nikander - la recluiría en una relación de poder más propia de Pretty Woman.
La segunda parte de la trilogía, Ariel (1988) sigue los pasos de Sombras en el paraíso, presentando a un hombre totalmente desgraciado, se enfrenta a la pobreza, el paro laboral o el empleo precario, la violencia callejera y también la institucional… Taisto (Turo Pajala) solo tiene un coche que su padre le ha dejado en herencia tras suicidarse, y una recomendación: que se marche - porque sino acabará cayendo en el alcohol y la muerte.
Sin embargo, en la ciudad no le espera nada mejor, allí es asaltado, robado, engañado, detenido y condenado injustamente a la cárcel - acabar en prisión por delitos menores o incluso sin justificación o pruebas no es una situación nada descabellada, en una entrevista dice Kaurismäki “Es normal, en Finlandia, que por un pequeño delito caiga una enorme sentencia. A mí mismo me ocurrió algo muy parecido a lo que sucede en el film. Fui acusado de haber causado violencia, que en realidad habían causado otros. Y a pesar de ello a mí me condenaron. No fui a la cárcel de milagro, pero tuve que pagar una multa. Y no había hecho nada” (Antonio Castro, Dirigido por... 1990, Nº 177).
Al igual que en Sombras en el paraíso su horizonte comienza a cambiar cuando, pese a todas las desgracias conoce a Irmeli, una madre soltera trabajadora, que le hace participar de un deseo libertario mediante la solidaridad y la fe en un mundo que aparentemente no ofrece ninguna opción más para ellos que los límites del sistema.

Sin embargo, en La chica de la fábrica de cerillas (Tulitikkutehtaan tyttö, 1990) el amor ni siquiera parece una vía de escape a los males del capitalismo pues la protagonista, Iris (Kati Outinen), se mimetiza tanto con su rol en la fábrica verificando etiquetas de los paquetes que prácticamente parece otra máquina más de la cadena de montaje. Es esta fusión entre su persona y el papel que representa como trabajadora asalariada lo que la deshumaniza y distancia de otras personas, de tal forma que no es solo que no muestre afecto sino que en sus interacciones siempre subyace el carácter mecánico del trabajo.
La familia, pilar esencial del capitalismo, es otra de las fuentes de infelicidad de la protagonista que intenta huir de una madre distante y un padrastro con tendencias abusivas encontrando su propia historia de amor - que si bien no va a aparecer pues es la idealización de las relaciones románticas de los libros que lee al ir al trabajo lo que la lleva a caer en los brazos de otro empleado de una gran empresa al que en realidad no le importa la situación de cualquier persona de un estrato social inferior. Y el abuso de poder culmina cuando al dejarla embarazada se desentiende de ella sin ningún problema; si no fuera porque alienta a Iris a llevar a cabo una venganza, con la misma frialdad con la que examinaba etiquetas en la fábrica.
Es finalmente esa redención violenta mediante la cual Iris rompe con la imagen de mujer sumisa y callada - que se materializaba además en los escasos diálogos de la película, conformando un binomio mujer/silencio para representar cómo se encuentra privada de voz tanto en la esfera pública (ejerciendo un trabajo poco valorado), como en la privada (donde solo es posible el papel de madre/esposa muda). Iris rompe totalmente con una sociedad que anteriormente ya le había dado la espalda y de hecho acepta las consecuencias de sus actos, en ese momento como dice la canción que acompaña el final de la película: “el hielo ha aniquilado su fe”.

En Fallen Leaves (Kuolleet lehdet, 2023), la última película hasta el momento de Kaurismäki, vuelven a aparecer todos los temas que venían estando presentes: personajes que viven en la absoluta precariedad, que soportan trabajos y condiciones abusivas, que necesitan refugiarse en el alcohol para evadir los problemas y que aparentemente son salvados - o encuentran al menos un pequeño escape - a través del amor.
Ansa (Alma Pöysti), una mujer que sobrevive a un trabajo abusivo en un supermercado y consigue a duras penas pagar el alquiler y pillar algo de comida caducada, y Holappa (Jussi Vatanen), trabajador de la construcción con un problema con el alcohol, se encuentran en un karaoke que comienza a poner banda sonora a su relación: música finlandesa y clásicos pop estadounidenses. Son, sin embargo, las canciones tristes las que más nos aportan sobre la relación de la pareja, “¿No te atreves a amarme? / ¿Por qué no me contestas?” suena en la radio mientras Ansa espera una llamada siquiera, después de haber preparado su casa para que tuvieran una cita e incluso esforzarse más de lo que se puede permitir para cenar en cualquier otra ocasión. Al mismo tiempo Holappa escucha “me gustas pero no me soporto" pues debe decidirse a abandonar el alcoholismo si quiere iniciar una relación con Ansa, un límite que le pone en aquella primera cita.
Fallen Leaves, 2023
Y si bien el desarrollo de los acontecimientos y el homenaje a Chaplin y Tiempos modernos puede darnos una visión de que “las penas compartidas son menos”, lo cierto es que lo que salva a nuestros protagonistas no es más que la unión misma del proletariado. Es la solidaridad obrera lo que nos da una de las escenas más emocionantes de la película, en la cual las compañeras de Ansa renuncian a sus trabajos pues iban a despedirla injustamente, demostrando que quienes no tienen nada aún pueden ejercer poder si se mantienen unidos - y quizás de esa forma, por fin, nos pueda salvar el amor.
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