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«Orlando» o por qué Virginia Woolf sigue siendo peligrosa

Hace casi 100 años veía la luz por primera vez Orlando: A Biography de la mano de la editorial Hogarth Press, propiedad de la misma Virginia Woolf y su marido. El título nos advierte del carácter biográfico de la obra, en la cual la autora “homenajea a su amiga-amante-escritora-aristócrata Vita Sackville-West" (Bauer, 2010, p. 71).


Ilustraciones para Orlando, de Helena Pérez García. Editorial Lumen


Asimismo, en su autobiografía, Victoria Ocampo expone cómo se ve a sí misma reflejada en el personaje de Orlando, “desde muy niña, como el Orlando de Virginia Woolf, no tuve la fortuna de conocer a gentes del oficio o interesados por los libros” (Ocampo, 1982, p. 71), en palabras de Bauer:


A diferencia de Virginia, cuyo padre era un intelectual reconocido, que pasaba la mayor parte del día en su biblioteca y contaba con la amistad de grandes escritores del momento que visitaban asiduamente su casa, como Thomas Hardy, Henry James y George Meredith; la infancia de Victoria parece más cercana a la de la aristocrática Vita, reflejada en las primeras páginas del Orlando (2010, p. 72).

La trama de la novela gira en torno a un joven privilegiado: burgués, letrado, atractivo... que de repente a causa de una metamorfosis es convertido en mujer. Por supuesto, esta novela explora las diferencias a las que se enfrenta Orlando al transitar el mundo desde otra perspectiva. Virginia Woolf vierte en su personaje la incomprensión que la rigidez de las normas sociales le suscitaba y las dificultades a las que se enfrentaba una mujer de la época, por ejemplo, no poseer propiedades (de esta forma, recordemos, Orlando lo perdería todo al ser una mujer) o las trabas a la hora de dedicarse a la literatura. Las aspiraciones de Orlando seguían siendo las mismas tras su metamorfosis, no cambió su físico o su mentalidad.


La voz de las trompetas se apagó y Orlando quedó desnudo. Nadie, desde que el mundo comenzó, ha sido más hermoso. Sus formas combinaban la fuerza del hombre, y la gracia de la mujer. [...] Sin inmutarse, Orlando se miró de arriba abajo en un gran espejo y se retiró, seguramente al cuarto de baño. Podemos aprovechar esta pausa para hacer algunas declaraciones. Orlando se había transformado en una mujer —inútil negarlo. Pero, en todo lo demás, Orlando era el mismo. El cambio de sexo modificaba su porvenir, no su identidad. Su cara, como lo pueden demostrar sus retratos, era la misma. Su memoria podía remontar sin obstáculos el curso de su vida pasada. Alguna leve vaguedad puede haber habido, como si algunas gotas oscuras enturbiaran el claro estanque de la memoria; algunos hechos estaban un poco desdibujados: eso era todo (Woolf, 1928, p. 102).

Tras encontrarse como mujer es que Orlando comienza a sentir una presión diferente a la hora de habitar el mundo.


Sea como fuere, sólo cuando sintió que las faldas se le enredaban en las piernas y el galante capitán sugirió, con exquisita cortesía, tender para ella un toldo en la cubierta, coligió con sobresalto las exigencias y privilegios de su posición (Woolf, 1928, p. 141).

Hay quienes han considerado que Orlando constituye la primera novela trans occidental. Nuria Barros, además, apunta que se trataba de una crítica a la forma de escribir biografías del padre de la autora – cuyos personajes eran únicamente hombres privilegiados –. Virginia Woolf transciende a través de su relato qué se entiende por ser hombre y mujer, además abre puertas a debates que no tenían aún cabida, y nuestra historia nos demuestra que siguen siendo esenciales. Asimismo, encontramos también un profundo cuestionamiento de la norma heterosexual y el deseo para Orlando no entiende de género alguno.


Vio salir del pabellón de la Embajada Moscovita una figura — mujer o mancebo, porque la túnica suelta y las bombachas al modo ruso, equivocaban el sexo— que lo llenó de curiosidad. La persona, cualesquiera que fueran su nombre y su sexo, era de mediana estatura, de forma esbelta, y vestía enteramente de terciopelo color ostra, con bandas de alguna piel verdosa desconocida. Pero esos pormenores estaban oscurecidos por la atracción insólita que la persona entera efundía (Woolf, 1928, p. 21).

Aunque sí aparecen algunos tópicos, como la concepción de Orlando de que no podía mantener relaciones con alguien de su mismo género y la frustración que conllevaba negar su identidad. También encontramos un alegato en contra de los roles de género en concreto en el hábito de la vestimenta y el personaje de Sasha, una patinadora usa cuya primera aparición es con ropa –y actitud – típica “masculina”.


Cuando el mancebo – porque desdichadamente tenía que ser mancebo, una mujer no podía patinar con tal velocidad y vigor - pasó raudo por su lado, casi en puntas, Orlando estuvo a punto de tirarse de los pelos de rabia; era de su mismo sexo, y por lo tanto vedado a sus abrazos. Pero el patinador se acercó. Las piernas, las manos, el porte eran de mancebo, pero un mancebo no tenía una boca así; un mancebo no tenía esos pechos; un mancebo no tenía esos ojos que miraban como si los hubieran pescado en el fondo del mar. [...] Estaba a un palmo. Era una mujer (Woolf, 1928, p. 36-37).

En definitiva, Virginia Woolf plasmó en Orlando el pensamiento revolucionario que comenzaba a gestarse y planteaba una disolución de las barreras entre lo masculino y lo femenino, abogando por la liberación de la mujer en todos los ámbitos – recordemos Una habitación propia, obra posterior, donde, al igual que en Orlando, Woolf defiende que una mujer puede y debe dedicarse a la literatura –. Por supuesto, estas ideas han sido perseguidas continuamente a lo largo de la historia, se han silenciado y minusvalorado las obras escritas por mujeres y han sido catalogadas como obras femeninas, como si los temas relativos a dicho género no fuesen transversales al resto del mundo.


Se ha llevado a otros formatos, como el cine o el teatro, en diferentes ocasiones, por ejemplo, la adaptación cinematográfica de 1992 dirigida por Sally Potter y protagonizada por Tilda Swinton.



Su tardía publicación en España y la censura en la actualidad


Orlando es publicado por primera vez en 1928. En el 37 la editorial Sur en Buenos Aires saca al mercado la primera traducción al castellano, a cargo de Borges, pero no es hasta 1977 que este libro se puede leer en España.


Nathaly Bernal (2020, p. 38) partiendo de los criterios de censura recopilados por Abellán, expone las diferentes razones que podrían haber contribuido a la autocensura en el caso de las traducciones de Orlando a lengua española, y en concreto en relación a su distribución durante la dictadura franquista.



Estos criterios eran imprescindibles para la distribución de una obra en el periodo de la dictadura española, en julio de 1944 se prohibieron 1.000 ejemplares importados desde Argentina. El expediente, fechado en el 8-8-44, es claro en el veredicto del censor: suspenso.


Captura del expediente a través de ElDiario.es y el archivo general de administración.


Parece ser que los valores de antaño siguen gozando de salud a día de hoy, pues recientemente Vox rechazó que se representase la obra en una adaptación teatral en un ayuntamiento de Madrid. Si bien se ha justificado que la cancelación se mantuviera a una falta de presupuesto por parte del ayuntamiento, desde la compañía denuncian la censura ideológica. Si cedemos nuestra voz, no solo perderemos las voces de nuestra historia, no veremos llegar las obras de los próximos Buñuel, Carpentier, y por supuesto todas las Carmen Laforet.


Y qué triste.

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