¿Quién recordará lo que dijiste dentro de cien años? ¿Cuándo pronunciarán por última vez tu nombre? ¿Leerán lo que escribí cuando yo ya no esté? ¿Estamos acaso todos condenado al olvido?
Chevi Muraday dirige Pandataria para devolver la voz a quienes fueron silenciados y reprimidos. Sobre el escenario, Cayetana Guillén Cuervo, como la representación de las oprimidas, alma mater de los marginados, en un personaje principal que se comió el escenario y recibió la admiración del público en todas sus representaciones. Remontándonos a la Roma antigua siguiendo las huellas de Agripina o desde la contemporaneidad en los zapatos de Ursula Hirschmann, activista judía condenada por el fascismo italiano. La obra, cuyo estreno ha sido ni más ni menos en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, no solo destaca por su magistral texto, emocionante e increíblemente representado, sino que también convergen en él danza y música, destacando la interpretación de Elio Toffana.
Cartel publicitario de Pandataria, estrenada este pasado julio en el Festival internacional de Teatro Clásico de Mérida.
La isla de Pandataria era el destino de los marginados, aquellos que debían ser olvidados, porque eran peligrosos; porque no encajaban en el fino engranaje de la sociedad. Y quien desafía el orden establecido debe ser castigado. No podían permitirse que el pueblo conociera otra realidad a la impuesta durante tanto tiempo.
Julia La Mayor, ese era el nombre de la primera condenada por adulterio. Como se atrevía una mujer a desear, la mujer es objeto de deseo. Mullieres corpus non habet, “mucho menos cabeza”. En el 18 a.C se promulgó la Lex Iulia de Adulteris, que procuraba velar por la moralidad prohibiendo el adulterio, por supuesto, únicamente hacia las mujeres, que podían ser asesinadas como condena, bien por sus maridos o su padre.
Tras ser amenazada de muerte por su padre, Julia pasó varios años en el exilio de Pandataria. Más tarde Agripina, su hija, la sucedió en su destino, condenada en este caso por traición. Las mujeres en Roma debían ser disciplinadas para mantener la ilusión de la autoridad. Una mujer que se veía capaz de ponerse a la altura de un hombre era un peligro. Había que quitarlas del medio, desterrarlas, para dar ejemplo al pueblo.
Fueron muchos los nombres que se perdieron en aquella isla. Pandataria era una tierra a la que ir a morir, o a ser olvidado que viene a ser lo mismo. Paso a llamarse Ventotene tras la Edad Media, pero su propósito terminó siendo idéntico. Durante el fascismo italiano la isla fue prisión de militantes antifascistas y personas peligrosas para el régimen.
El manifiesto Ventotene, que recoge las reflexiones de Altiero Spinelli y Ernesto Rossi, fue escrito en 1941 durante la reclusión que sufrieron en la isla. Denunciaban el régimen, y exponían las causas históricas de lo que estaba ocurriendo, promulgaban una Europa libre, solidaria y unida frente al olvido. Si bien la isla estaba concebida como una cárcel, también fue un paraíso desde el que soñar con una sociedad diferente.
Sin embargo, parece que somos incapaces de aprender de nuestros errores y la diferencia nos asusta. Quizás los métodos cambien, pero el Otro sigue siendo señalado al huir del camino de miguitas preestablecido. Nos enfurece que venga alguien a decirnos que llevamos mucho tiempo haciendo las cosas mal pero no queremos cambiarlas, solo dejar de escuchar. Solo la comodidad de la paz social fingida.
Si tenéis la oportunidad id a ver Pandataria. Escuchad Pandataria. Pero sobre todo abrid los ojos a quienes pretenden cambiar las cosas, a quienes son diferentes y se encuentran en los márgenes buscando su propia voz. Existen. Existimos.
Gracias, de parte de los apátridas, os prometo que nos escucharán.
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