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Iván Hernández Montero

Mujeres artistas del siglo XX que no aparecían en mi libro de arte de la carrera. Émilie Charmy

Matisse, Picasso, Dalí, Renoir, Giacometti, o Cézanne, son nombres y personalidades universales en la historia del arte del siglo XX, no les fue fácil alcanzar la casi inmortalidad, pero lo cierto es que tuvieron menos dificultades que las 17 mujeres de las que te hablaremos en estos "Apuntes alternativos de carrera", que también merecían estar en mi libro de arte.


Fotografía del grupo artístico femenino Las sin sombrero, 1910




Haciéndome la misma pregunta que se hacía Linda Nochlin en 1971 en su ensayo "¿Por qué no han existido grandes artistas mujeres?" Un ejercicio de análisis y revisión de los contenidos del libro de estudio 'El siglo XX: la Vanguardia fragmentada', y tratando de detectar las ausencias de artistas mujeres que podrían acompañar los discursos académicos de cada capítulo en los que prácticamente solo aparecen hombres artistas, o las artistas no aparecen suficientemente representadas.



Para este primer capítulo de "Mujeres artistas del siglo XX que no aparecían en mi libro de arte de la carrera" nos transportamos hasta el impresionismo y con el tiempo, el fauvismo de Matisse, con


Émilie Charmy

(Saint-Étienne, 1878 – París, 1974)


Chica reclinada, 1897. Émilie Charmy


De origen burgués, Émilie Espérance Barret fue educada para ser maestra, una profesión que se consideraba especialmente adecuada para las mujeres de su clase. Pero rechazó ese futuro porque no era su vocación: ella lo que quería era estudiar pintura, en búsqueda de la estela de excelencia artística que previamente habían establecido otras mujeres pintoras en el contexto impresionista parisino de finales del siglo XIX: Berthe Morisot, Eva González, Mary Cassat o Marie Bracquemonde.


La obra artística realizada por mujeres encontraba grandes dificultades para ser tenida en cuenta por la crítica, la cual estaba controlada por hombres. En el caso de Émilie Charmy, como en el de tantas otras artistas, su pintura era considerada mera decoración, es decir, no alcanzaba el estatus suficiente para ser considerada como arte al mismo nivel que el producido por los pintores. Émilie obtuvo un gran éxito entre la clase media que comenzaba a demostrar un creciente interés en comprar y coleccionar pinturas para sus hogares, y así consiguió alcanzar su independencia económica pintando y vendiendo sus cuadros. En general los temas de sus obras eran aquellos que tradicionalmente se venían asociando a las artistas mujeres: escenas domésticas de interior, naturalezas muertas o flores, aunque también exploró los paisajes de la costa mediterránea a raíz de un viaje junto a Matisse y otros/as artistas.


Flores y Fruta, 1904.

Piana Corcega, 1906-1910.

Émilie Charmy



Llama la atención la gran cantidad de autorretratos que realizó durante su larga vida y cómo va evolucionando la manera de representarse a sí misma, y es que en su trayectoria incorporó obras de carácter intrépido, innovando técnicamente al dejar sin pintura partes de los lienzos.


Autorretratos, 1912-1960. Émilie Charmy



Entre su producción cabe destacar que no trabajó el tema de la maternidad, como venía siendo habitual tanto entre sus compañeras previas como entre sus contemporáneas. Tuvo como marchante de arte de su obra a Berthe Weill, a la que también retrató, una importante figura del mundo artístico parisino quizá menos conocida que sus equivalentes hombres como Kahnweiler, Vollard o Rosenberg. Fue la primera galerista mujer de París, organizaba exposiciones de artistas como Picasso o Modigliani, y promovió y vendió cuadros de jóvenes pintores y pintoras en su galería de Montmartre hasta 1939, año en que quebró.


Berthe Weill, 1920. Émilie Charmy


Tras unos inicios pictóricos impresionistas y post-impresionistas Émilie alcanzó la exaltación del color en su etapa fauvista influida por Matisse, como le ocurrió a muchos/as otros/as artistas en el París del momento, ciudad en la que montó su estudio en 1908 y en la que pasaría toda su vida. Posteriormente continuaría con su estilo personal, independiente de las corrientes de vanguardia imperantes. Sus representaciones del mundo femenino suponen una importante aportación a la tradición pictórica, ya que ofrece una visión del desnudo y del cuerpo de la mujer desde una perspectiva femenina: es una mujer pintando mujeres y sus ambientes, lo que las hace diferentes a esos mismos temas producidos por miradas masculinas.


Desnudo con zapatos verdes, 1900. Émilie Charmy


Uno de sus cuadros provocó un escándalo al representar en él a un grupo de mujeres desnudas en un ambiente que probablemente sería un prostíbulo. El escándalo residía, no tanto en la representación en sí ya que era un tema bastante habitual en los repertorios de artistas hombres como Degas o Toulouse-Lautrec, sino en el hecho de que una mujer de cierta clase social visitase ese tipo de lugar.


El vestuario, 1902.

Desnudo sujetándose el pecho, 1920.

Émilie Charmy








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